El Santo Padre pronunció su reflexión sobre el Evangelio del día en el primer domingo de Adviento, animando a sacudir nuestro letargo y estar atentos, vigilantes.
«Vendrá tu Señor». Este es el fundamento de la esperanza cristiana, contenida en el Evangelio que la Liturgia nos regala en el primer domingo de Adviento: el Evangelio según San Mateo: Mt 24, 37-44. Es «una hermosa promesa que nos introduce en el Tiempo de Adviento». Así lo manifiesta el Papa en su alocución precedente al rezo mariano del Ángelus este domingo 27 de noviembre, desde la Plaza de San Pedro.
«Es lo que nos sostiene incluso en los momentos más difíciles y dolorosos de nuestra vida: Dios viene. ¡No lo olvidemos nunca!», insiste el Santo Padre.
«Siempre el Señor viene, nos visita, se hace cercano, y volverá al final de los tiempos para acogernos en su abrazo. Ante esta palabra, nos preguntamos: ¿cómo viene el Señor? ¿Y cómo reconocerlo y acogerlo? Detengámonos brevemente en estas dos cuestiones».
¿Cómo viene el Señor?
Respecto a la primera pregunta, sobre el modo en el que llega el Señor, dice: «Muchas veces hemos oído decir que el Señor está presente en nuestro camino, que nos acompaña y nos habla. Pero tal vez, distraídos como estamos por tantas cosas, esta verdad nos queda sólo en teoría; sí, sabemos que el Señor viene pero no lo vivimos, ¿verdad? O nos imaginamos que el Señor viene de una manera llamativa, tal vez a través de algún signo prodigioso».
«¿Y qué hicieron en los días de Noé? Porque Él dice ‘como en los días de Noé’. Simplemente las cosas normales y corrientes de la vida: como siempre, «la gente comía, bebía y se casaba» (v. 38)».
El Obispo de Roma invita a tener en cuenta que «Dios está escondido en nuestra vida, siempre está, está escondido en las situaciones más comunes y corrientes de nuestra vida. No viene en eventos extraordinarios, sino en cosas cotidianas». «El Señor viene en las cosas de cada día, porque Él está ahí, se manifiesta en las cosas de cada día».
«Él está ahí en nuestro trabajo diario, en un encuentro fortuito, en el rostro de una persona necesitada, incluso cuando afrontamos días que parecen grises y monótonos, justo ahí está el Señor, llamándonos, hablándonos e inspirando nuestras acciones».
«Existe el peligro de no darse cuenta de su venida»
En el segundo punto, el Pontífice reitera la necesidad de estar despiertos, ante el riesgo de no estar preparados para su visita, y cuenta que ha recordado, en otras ocasiones, lo que decía San Agustín: «Temo que el Señor pase y no lo reconozca».
En efecto, Francisco acota que “de aquellas personas de la época de Noé, Jesús dice que comían y bebían «y no se dieron cuenta de nada hasta que llegó el diluvio y arrastró a todos» (v. 39). «Prestemos atención a esto, repite el Sucesor de Pedro: ¡no se dieron cuenta de nada! Estaban absortos en sus cosas y no se dieron cuenta de que el diluvio se acercaba. De hecho, Jesús dice que cuando Él venga, «habrá dos hombres en el campamento: uno será llevado y el otro dejado» (v. 40)”.
«¿Cuál es la diferencia? ¿En qué sentido? Simplemente que uno estaba vigilante, esperaba, capaz de discernir la presencia de Dios en la vida cotidiana; el otro, en cambio, estaba distraído, «arrastrado», así como si nada, y no se daba cuenta de nada».
¿Soy consciente de lo que vivo?
Hacia el cierre de su mensaje, Bergoglio exhorta a todos los fieles a preguntarse: «¿Estoy tratando de reconocer la presencia de Dios en las situaciones cotidianas, o estoy distraído y un poco abrumado por las cosas? Si no somos conscientes de su venida hoy, tampoco estaremos preparados cuando venga al final de los tiempos. Por lo tanto, ¡permanezcamos atentos!».
«Por esto, hermanos y hermanas, ¡permanezcamos vigilantes! Esperando que el Señor venga, esperando que el Señor se nos acerque, porque Él está, pero esperando: atentos. Y que nos ayude la Virgen Santa, Mujer de la esperanza, que supo captar el paso de Dios en la vida humilde y oculta de Nazaret y lo acogió en su seno, nos ayude en este camino de estar atentos para esperar al Señor que está entre nosotros y pasa».
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