El Santo Padre defendió que, “aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, estamos llamados a mantener el corazón abierto a la esperanza”.
“Confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, sobre todo, orienta nuestro camino”, subrayó.
Más tarde, el Papa Francisco recordó cómo el Covid desestabilizó “nuestra vida ordinaria, revolucionando nuestros planes y costumbres” y el “malestar generalizado que ha calado en los corazones de muchas personas y familias”.
“La pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias”, señaló.
En esta línea, reiteró que “de los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores. Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿qué hemos aprendido de esta situación pandémica?”.
Además, el Papa dijo que la mayor lección aprendida de todo ello es “la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana”.
“También hemos aprendido que la fe depositada en el progreso, la tecnología y los efectos de la globalización no sólo ha sido excesiva, sino que se ha convertido en una intoxicación individualista e idolátrica”, añadió.
El Papa Francisco destacó de este tiempo el “retorno a la humildad”, la reducción de “ciertas pretensiones consumistas” y un “renovado sentido de la solidaridad”.
“De esta experiencia ha surgido una conciencia más fuerte que invita a todos, pueblos y naciones, a volver a poner la palabra ‘juntos’ en el centro”, señaló.
Un nuevo desastre: la guerraEl Papa Francisco recordó que “la guerra en Ucrania se cobra víctimas inocentes y propaga la inseguridad, no sólo entre los directamente afectados, sino de forma generalizada e indiscriminada hacia todo el mundo”.
Para el Papa, esta guerra representa “una derrota para la humanidad en su conjunto y no sólo para las partes directamente implicadas”.
“Aunque se ha encontrado una vacuna contra el Covid, aún no se han encontrado soluciones adecuadas para la guerra”, dijo.
“Ciertamente, -continuó el Santo Padre-, el virus de la guerra es más difícil de vencer que los que afectan al organismo, porque no procede del exterior, sino del interior del corazón humano, corrompido por el pecado”.
Ante esta situación, el Papa Francisco invitó a “dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido” y permitir “que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico”.
Además, explicó que “las diversas crisis morales, sociales, políticas y económicas que padecemos están todas interconectadas, y lo que consideramos como problemas autónomos son en realidad uno la causa o consecuencia de los otros”.
Por ello, hizo un llamado a afrontar los retos de nuestro mundo “con responsabilidad y compasión”.
“Debemos retomar la cuestión de garantizar la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza; cuidar de forma conjunta nuestra casa común y aplicar medidas claras y eficaces para hacer frente al cambio climático”, pidió el Papa.
Asimismo, animó a “luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades”.
“El escándalo de los pueblos hambrientos nos duele. Hemos de desarrollar, con políticas adecuadas, la acogida y la integración, especialmente de los migrantes y de los que viven como descartados en nuestras sociedades”, añadió.
“A todos los hombres y mujeres de buena voluntad, les deseo un feliz año, en el que puedan construir, día a día, como artesanos, la paz”, concluyó el Santo Padre.
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