En la misiva, publicada por el periódico del Vaticano, el Cardenal pidió “que haya horarios y luces encendidas en esa ‘cabaña de Belén’ que es el confesionario”.
Asimismo, describió el confesionario como el “único y verdadero distribuidos de paz y santa alegría” y aseguró que se trata de un “combustible” que todos los fieles necesitan.
A continuación, señaló que esta luz del sacramento de la Reconciliación “tiene todavía el poder de interpelar a los hombres, de hacerles enfrentarse al sentido de la vida, al don misterioso que es la vida”.
Ante la llegada de la Navidad, recordó que Dios se presentó ante nosotros “como un niño recién nacido indefenso, capaz de superar todo miedo, de abatir toda defensa contra el Dios-Amor, que se revela en Él”.
El Cardenal Piacenza hizo un llamado a los confesores y les pidió “ejercer de modo particularmente generoso el ministerio de la reconciliación” durante la Navidad.
“Con la certeza de que, a través de ella, re-acontece ese encuentro con Dios, personal y eclesial, que anhela el corazón de todo hombre”.
Según explicó el Purpurado, “los centros penitenciarios están llamados a demostrar, siempre y de nuevo, que el poder de perdonar los pecados bajó a la tierra en Jesús de Nazaret”.
“Y que Él mismo transmitió este poder salvador a su Iglesia, a los Apóstoles y a sus sucesores, para que los hombres pudieran experimentar verdaderamente la misericordia divina”, añadió.
Más tarde, el Penitenciario Mayor lamentó que muchas veces, los confesores se encuentran con hermanos que no tienen una fe “plenamente madura” y muchas veces la confesión no va precedida “de un adecuado examen de conciencia”.
Ante esta situación, el Cardenal explicó que “el buen médico no es el que sabe curar las pequeñas patologías del enfermo sano, sino el que tiene el valor de afrontar incluso intervenciones mayores en pacientes pluripatológicos”.
Por ello, dijo que el buen confesor también está llamado a afrontar estos retos espirituales, que van “desde la incertidumbre sobre la existencia misma de Dios, que no impide entrar en el confesionario”.
“Hasta la desorientación sobre la especificidad del cristianismo respecto a cualquier otra tradición religiosa o cultural”, señaló.
También citó la dificultad de muchos hermanos “para confiar en la Iglesia, en este momento cruelmente herida y humillada por las faltas públicas de algunos de sus miembros”.
Así como la “falta de comprensión de la acción del mismo Cristo, resucitado y vivo, en la acción sacramental de su Cuerpo Místico” o “el subjetivismo más radical”.
“Sin embargo, -señaló el Penitenciario Mayor-, muchos hermanos continúan, por una atracción que tiene en la fuerza del Espíritu Santo su única razón, acercándose al sacramento de la reconciliación, especialmente en este tiempo fuerte de Adviento y Navidad”.
Confesar bien a los fielesAdemás, explicó que el tiempo de la confesión debe ser “sabiamente utilizado no para alimentar dudas o confirmar el malestar y desorientación de nuestro tiempo, sino para dar certezas luminosas, la primera de las cuales debe ser la presencia misericordiosa del Señor en la vida de cada uno”.
“De hecho, no es la lista de normas a seguir, por necesaria y legítima que sea, la que tiene el poder de convertir, sino el encanto de una propuesta clara, positiva, luminosa y coherente, convencida y convincente”, dijo más tarde.
Además, animó a los confesores a hacer de cada confesión un encuentro palpitante con Jesús, una 'chispa' que enciende, reenciende o reaviva la llama de la fe y así calienta el corazón”.
También destacó que “si la disminución general del número de sacerdotes representa una dificultad objetiva, que su formación sea al menos cuidada y precisa; que sean al menos celosos en lo esencial”.
Por último, el Cardenal Mauro Piacenza pidió un “ferviente trabajo pastoral y un santo cansancio, preparatorios de una auténtica Navidad”.
“Vivida plenamente en la certeza del deber cumplido y de haber obedecido, todos juntos, la voluntad de Dios, único ‘lugar’ donde el corazón humano encuentra la verdadera paz”, concluyó.
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