“Lázaro” quiere decir “Dios ayuda”, y el Evangelio da muestras evidentes de cómo Jesús llenó de sentido aquel nombre. Lázaro de Betania recibió la gracia de ser el protagonista de uno de los milagros más impresionantes realizados por Jesucristo: que uno que se contaba entre los muertos vuelva a la vida. Por ese milagro, el que era amigo cercano de Jesús se convirtió en primicia de la propia resurrección de nuestro salvador, Jesucristo.
"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano" (Jn 11, 21)
De acuerdo al Evangelio de Juan (Jn 11, 1-44), Lázaro había enfermado gravemente. Al ver que su vida corría peligro, sus hermanas, Marta y María, enviaron a alguien al lugar en el que se encontraba Jesús con el siguiente mensaje: "Señor, el que tú amas, está enfermo".
Llama la atención que Jesús no haya acudido de inmediato al encuentro del amigo. Por el contrario, permanece donde estaba hasta que súbitamente decide regresar a Judea. De pronto, dice a sus discípulos: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero voy a despertarlo" -con esto el Señor hacía referencia a la muerte de Lázaro y no a que estuviese durmiendo, como pensaron los discípulos-.
"Jesús se echó a llorar" (Jn 11, 35)
Recién, cuatro días después, el Señor Jesús llega a Betania. Allí encontró a Marta y a María y, viendo su dolor por la muerte de su hermano, se compadeció y lloró. Al ver esto, los judíos que estaban allí presentes exclamaron: “¡Cómo lo amaba!”.
Pocos pasajes de la Escritura registran, con tanta elocuencia, los sentimientos del Señor. ¡Cuán grande era el amor de Jesús por su amigo! ¡Cuán dolorosa es la muerte incluso para el Dios hecho Hombre! Y, al mismo tiempo, ¡qué grande es el poder de Dios!
Jesús, llegado al lugar del sepulcro, gritó: «“¡Lázaro, ven afuera! Y el muerto salió, ligados los brazos y las piernas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desatadlo, y dejadlo ir"» (Jn 11, 43-44).
"Y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?" (Jn 11, 26)
San Lázaro es el que recibe de Dios una “nueva vida”. Él es prefigura de cuánto ama Dios a sus hijos, de cuánto el Hijo es capaz de amar a quienes lo aman.
La cercanía y amistad con Jesús “transformaron” la existencia de Lázaro completamente. Fue alzado sobre la muerte para que creamos en la gloria de Dios, para que confiemos en que ni la muerte ni el pecado tienen la palabra definitiva y para que nuestra esperanza sea inagotable. Su resurrección “adelanta” la resurrección de Cristo y, en consecuencia, también la nuestra.
"Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11, 25- 26).
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¿Sabías que existe una antigua tradición que sugiere la presencia de Lázaro de Betania en Marsella, donde habría llegado a predicar el Evangelio y se habría convertido en obispo?
Si quieres conocer acerca de esta historia, te recomendamos leer este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/San_L%C3%A1zaro_de_Betania.
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