Así lo escribió el Santo Padre este 13 de diciembre en un mensaje enviado a través de su cuenta oficial de Twitter @Pontifex_es.
“Preparando el belén para el Niño Jesús, aprendemos de nuevo quién es nuestro Señor: el Dios de la humilde mansedumbre, el Dios de la misericordia y del amor, que interviene siempre respetando nuestra libertad y nuestras elecciones”, dijo el Papa.
Preparando el #belén para el Niño Jesús, aprendemos de nuevo quién es nuestro Señor: el Dios de la humilde mansedumbre, el Dios de la misericordia y del amor, que interviene siempre respetando nuestra libertad y nuestras elecciones. #Pesebre
— Papa Francisco (@Pontifex_es) December 13, 2022
En diciembre de 2019, el Papa Francisco firmó la carta apostólica Admirabile signum sobre el significado y el valor del belén en Navidad.
La tradición del pesebre, nacimiento o belén inició con San Francisco de Asís en la Navidad de 1223 en Greccio (Italia).
En Admirabile Signum, el Papa explicó que “no es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra vida”.
“En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición”, dijo el Santo Padre.
Además, el Papa afirmó que el pesebre “es como un Evangelio vivo” porque es la escena del nacimiento de Jesús que se “ha hecho hombre para encontrar a cada hombre”.
En esta línea, el Santo Padre escribió que cuando en Navidad colocamos la figura del Niño Jesús “el corazón del pesebre comienza a palpitar”.
“Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos”, y de este modo se manifiesta la ternura de Dios.
Asimismo, el Papa señaló las figuras de la Virgen María, la madre que contempla a su hijo, de San José que es el custodio de la familia y de los Reyes Magos que recuerdan nuestra misión evangelizadora.
Al colocar en la Epifanía las tres figuras de los Reyes Magos, que ofrecen los dones de oro, incienso y mirra, es una invitación “a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser evangelizador”.
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