Hans Khevenhuller, embajador y confidente imperial de Felipe II ya puede descansar en paz

Hans Khevenhuller: un hombre de profunda fe, defensor del catolicismo en una época convulsa y cuyos restos habían desaparecido. Un descendiente suyo obra el milagro, restauran su figura orante y permiten que descanse en Los Jerónimos, donde lo había solicitado

Hans Khevenhuller fue embajador permanente del Sacro Imperio ante la corte de Madrid de 1572 a 1606, durante los reinados de Felipe II y Felipe III. Recibió el Toisón de Oro y lo fue todo en la corte española. Protagonista y confidente de grandes contempló como la sucesión de Portugal, el desastre de la armada, el fallecimiento de la reina.

En el ámbito religioso, por ejemplo: Felipe II le encargó la decoración interior del patio de los Evangelistas de El Escorial o y fue quien llevó la Sagrada Forma que conserva este monasterio en su sacristía, «una de las reliquias más importantes de Europa».

Un hombre muy católico y de gran devoción, como explica su descendiente Carlos Khevenhüller en El Espejo de COPE: «Era absolutamente un hombre de fe. Defensor, en la época de la reforma de la fe católica. Por eso estaba encantado de vivir aquí. No aguantaba vivir en Austria o en Alemania donde existían todos estos movimientos de reforma después de Lutero. El estaba aquí al pie de cañón con el rey, como él lo llamaba: Su Majestad Católica».

Había encargado un mausoleo en los Jerónimos, pero antes le sorprendió la muerte. Se le enterró en San Pedro el Real y luego se le trasladó a los Jerónimos. Había pedido en su testamento que se le sepultara junto a una escultura suya en actitud orante. Pero se le perdió la pista. Hace 20 años Carlos pudo encontrarle: «Nosotros sabíamos que estaba ahí porque los documentos lo dicen, pero después de las guerras de 1808 se destruyó todo el claustro y toda su capilla». No se sabía dónde estaba el cuerpo. Sí se sabía dónde estaban las piezas del monumento: la lápida, la escultura del orante y el escudo.

Su imagen orante quedó decapitada

La ocupación francesa de los Jerónimos dañó esta imagen que quedó decapitada y sin manos. Así se había conservado hasta hace poco. Carlos quiso remediar esta afrenta de la historia. Financió su rehabilitación y esta imagen, colocada en su tumba fue bendecida por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, en una ceremonia celebrada el pasado domingo.

Como explica Carlos Khevenhuller: «Se reconoce su figura porque hay muchísima documentación sobre él». Escribía muchos diarios tanto en alemán como en español. Esos diarios se encuentran en la Biblioteca Nacional. «La historia se escribe clarísimamente de esa información».

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