El Santo Padre concedió este viernes 12 una audiencia a los participantes del curso sobre el Foro Interno, promovido por la Penitenciaría Apostólica. En su discurso, dijo que para una buena confesión es necesario “abandonarse al amor”, “dejarse transformar por el amor” y “corresponder al amor”.
El Santo Padre subrayó el elemento común de los tres: el amor, porque “si no hay amor en el sacramento, no es como Jesús lo quiere. Si hay funcionalidad, no es como Jesús lo quiere. Amor. Amor de hermano pecador abandonado por el hermano, la hermana, pecador y pecadora perdonados. Esta es la relación fundamental”.
Abandonarse al amor
El Pontífice aclaró que “abandonarse al amor “significa hacer un verdadero acto de fe. La fe nunca puede reducirse a una lista de conceptos o a una serie de afirmaciones que hay que creer”.
“La fe se expresa y se entiende dentro de una relación: la relación entre Dios y el hombre y entre el hombre y Dios, según la lógica de la llamada y la respuesta: Dios llama y el hombre responde. También es verdad lo inverso: nosotros llamamos a Dios cuando nos hace falta y Él responde siempre”.
Insistió en que “la fe es el encuentro con la Misericordia, con Dios mismo que es Misericordia y es el abandono en los brazos de este amor misterioso y generoso, que tanto necesitamos, pero al que, a veces, tenemos miedo de abandonarnos”.
“La experiencia nos enseña que quien no se abandona al amor de Dios acaba, tarde o temprano, abandonándose a otra cosa, terminando ‘en brazos’ de la mentalidad mundana, que al final acarrea amargura, tristeza y soledad y no se cura. Así que el primer paso para una buena confesión es precisamente el acto de fe, de abandono, con el que el penitente se acerca a la Misericordia”.
Dejarse transformar por el Amor
La consecuencia de ese abandonarse al amor es la segunda expresión citada por el Papa Francisco para explicar el Sacramento de la Confesión: “dejarse transformar por el amor”.
Explicó que “sabemos muy bien que no son las leyes las que salvan”. “El individuo no cambia por una árida serie de preceptos, sino por la fascinación del Amor percibido y libremente ofrecido. Es el Amor que se manifestó plenamente en Jesucristo y en su muerte en la cruz por nosotros”.
Corresponder al amor
La tercera expresión, corresponder al amor, es, a su vez consecuencia del “abandono y el dejarse transformar por el amor”.
“La verdadera voluntad de conversión se concreta en la correspondencia al amor de Dios recibido y aceptado”, aseguró el Papa. “Es una correspondencia que se manifiesta en el cambio de vida y en las obras de misericordia que le siguen. Quien ha sido acogido por el Amor no puede dejar de acoger a su hermano. Quien se ha abandonado al Amor, no puede sino consolar al afligido. Quien ha sido perdonado por Dios, no puede dejar de perdonar de corazón a sus hermanos”.
Porque, “amando a nuestros hermanos nos demostramos y demostramos al mundo y a Dios que le amamos de verdad y correspondemos, siempre de manera insuficiente, a su misericordia”.
“El buen confesor”, afirmó, “señala siempre, junto a la primacía del amor a Dios, el imprescindible amor al prójimo, como ejercicio diario en el que entrenar el amor a Dios. El propósito actual de no volver a pecar es el signo de la voluntad de corresponder al Amor”.
Por ello, invitó a recordar siempre “que cada uno de nosotros es un pecador perdonado”. En ese sentido, advirtió que “si alguno de nosotros no se siente tal, es mejor que no vaya a confesar, mejor que no sea confesor”.
Por lo tanto, un confesor es “un pecador perdonado puesto al servicio de los demás, para que también ellos, a través del encuentro sacramental, puedan encontrar ese amor que ha fascinado y cambiado nuestras vidas”.
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