Àlex Florensa dirige un centro de adicciones. Hará 1.200 kilómetros a pie, con charlas en 32 poblaciones, para concienciar sobre el problema
«La pandemia del coronavirus ha desenmascarado a muchos adictos que llevaban doble vida», dice Àlex Florensa, especialista en tratamiento de adicciones en Barcelona (España). «Las familias han visto la realidad de muchos que en esta época de confinamiento no podían seguir consumiendo como antes ni esconderlo a los de casa.«
Florensa explica que «muchos adictos a la droga o al alcohol, antes de la covid-19, bebían a escondidas y consumían sin ser vistos por nadie. Buscaban la droga o la bebida fuera de casa y ellos mismos se encargaban de que la familia no se diera cuenta, con excusas como el trabajo, los horarios o la vida social. Pero esto se acabó.»
Síndrome de abstinencia
La situación ahora es muy distinta. «Muchas familias han visto que la persona cambia de carácter, se vuelve agresiva, distante… Y es que ya no tiene fácil conseguir la ‘mercancía’ y se presentan los síntomas del síndrome de abstinencia.«
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Florensa sabe muy bien de qué habla porque él mismo fue adicto al alcohol durante años, hasta rozar la muerte. Hoy dirige el centro de adicciones Eines en Sant Cugat del Vallès, a pocos kilómetros de Barcelona, y es un altavoz para concienciar a jóvenes y mayores sobre este problema social.
1.200 kilómetros a pie
Por eso, el próximo 17 de abril se pone en ruta. Literalmente. Hará 1.200 kilómetros a pie y pasará por 32 municipios de Cataluña dando sesiones informativas sobre las adicciones: entre ellas, Sitges, Reus, La Seu d’Urgell, Ripoll, Olot, Besalú, Figueres, Palamós, Sant Feliu de Guíxols, Lloret de Mar, Barcelona…
No importa si son grandes ciudades o pequeños pueblos «porque sé -dice- que a veces el ambiente de un pequeño pueblo puede ser más dañino para la juventud y es difícil escapar de ese ambiente.»
Ven que no pueden controlar
«La pandemia -prosigue- ha hecho que algunas personas se den cuenta de que son adictos. Hace pocos días me llamó un hombre desde Bélgica para contarme que se había dado cuenta de que no puede controlar el consumo de alcohol.»
«Ha subido el consumo de alcohol y el de benzodiazepinas [medicamentos como Tranquimazín o Diazepam]. Muchas personas llaman al médico, le dicen que tienen depresión o ansiedad y les receta ansiolíticos, que son las peores drogas que hay. El problema se agrava, en vez de mejorar.»
Ha cambiado el tráfico de droga con el confinamiento
Además, se ha organizado la picaresca y «se ha reorganizado el tráfico de droga», afirma. «Las empresas de reparto de comida tipo Glovo, con la pandemia ahora ofrecen servicios de mensajerías. ¿Y qué ocurre? Pues que se han convertido en distribuidores de droga, del camello a los clientes, muchas veces sin saberlo.»
¿Qué puede hacer la familia?
«La familia es básica en la ayuda a las personas con adicciones», asegura Florensa. «Hay mucha gente que no sabe nada y que gracias a estas charlas se da cuenta de que tiene a alguien cerca con ese problema. Hace poco di una charla y asistió una niña de 4º de ESO. Al poco me llamaron para decirme que un tío suyo había ingresado en un centro: ella se dio cuenta de que era alcohólico y destapó el problema.»
«En estos casos -explica- veo que la familia siempre está dispuesta a ayudar, a hacer lo que sea para sacar adelante a la persona adicta. Sin embargo, la situación es más difícil cuando nos encontramos con alguien que recae. Hay cansancio, agotamiento y desilusión. A veces son reticentes a volver a empezar. Pero la familia ha de convencerse de que es la tabla de salvación de estas personas y que un adicto no está bien, no es libre, es un enfermo que necesita ayuda.»
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