Hoy celebramos a San Atanasio, doctor de la Iglesia y defensor de la encarnación de Cristo

REDACCIÓN CENTRAL, 02 May. 21 (ACI Prensa).- San Atanasio de Alejandría, declarado Doctor de la Iglesia por San Pío V, fue obispo de Alejandría, ciudad donde nació. Es una de las figuras más importantes de los primeros siglos de la Iglesia por su defensa de la ortodoxia católica contra una de las más potentes herejías de la antigüedad: el arrianismo. San Atanasio sufrió persecución y fue exiliado en repetidas oportunidades; pero a pesar de ello no desistió jamás en su fidelidad a Cristo y a la Iglesia.

Atanasio nació en el año 295, y desde niño tuvo noticia de las sangrientas persecuciones emprendidas por el Imperio contra los cristianos. En el año 326 fue ordenado sacerdote por el Obispo Alejandro, a quien sirvió como secretario. Tuvo una importante formación académica en filosofía, gramática y teología. Dominaba el griego -tanto el común como el clásico- así como el copto. Desde su juventud demostró talento para escribir, un don que supo utilizar como teólogo y pastor. Sus primeros escritos fueron “Contra los paganos” y la “Encarnación del Verbo”.

Con todo, lo que hizo célebre a Atanasio fue la controversia que libró contra los arrianos o arrianistas. El origen de esta herejía fue Arrio, sacerdote de Alejandría, quien había propagado la doctrina según la cual Cristo no era verdadero Dios. El Obispo de Alejandría en esos días, Alejandro, llevó consigo a Atanasio al Concilio Ecuménico de Nicea, para combatir a los partidarios de Arrio y pedirle a este una retractación. Aunque Atanasio al principio jugó un papel secundario en el Concilio, su elocuencia lo llevó a refutar públicamente los argumentos de Arrio, quien finalmente no se retractó y fue excomulgado.

Entonces, Atanasio envió numerosas cartas a los obispos de oriente en las que advertía del peligro que suponía tergiversar la doctrina sobre Cristo, advirtiendo, además, que asumir las posiciones heréticas devendría en la excomunión del que profese o defienda la herejía. Mientras tanto, la controversia en Alejandría llegó a oídos del emperador Constantino, quien decidió poner fin al debate enviando un conciliador. Lamentablemente, la polémica se había extendido ya por casi todo el oriente cristiano y las medidas de Constantino no dieron mayor resultado. El emperador sabía que esta controversia debía ser resuelta prontamente e impedir su difusión en occidente -era un peligro para la estabilidad y unidad del Imperio como de la Iglesia-.

A la muerte del obispo Alejandro, Atanasio fue elegido su sucesor por aclamación. Desde entonces, el Santo fue visto como un gran defensor de la fe verdadera, lo que fue ratificado por su participación en el concilio de Nicea. Simultáneamente, se convertiría en el gran enemigo de los herejes, quienes aún tenían poder e influencia. Los arrianos, por ejemplo, no cesaron de perseguirlo y consiguieron que fuera desterrado de Alejandría. El nuevo sucesor del trono, Constancio II (hijo de Constantino), estaba bajo la influencia del obispo arriano Eusebio de Nicomedia. San Atanasio también se había convertido en blanco del poder político.

En el año 356, cinco mil soldados rodearon el templo donde vivía para arrestarlo. El Obispo logró escapar y huyó al desierto donde fue acogido por los anacoretas. Desde allí siguió escribiendo a los fieles de Alejandría y redactó la biografía de San Antonio Abad, su amigo y compañero.

En el año 362 el nuevo emperador, Juliano el Apóstata, emitió un edicto en el que pedía el regreso de todos los obispos exiliados. Sin embargo, los consejeros de Juliano percibían a Atanasio como un hombre peligroso y lograron que el emperador lo enviara de nuevo al exilio. El Santo se escondió en el desierto hasta que Juliano murió. Entonces volvió a Alejandría por mandato del nuevo monarca, Valente.

La persecución no terminaría ahí porque volvió a ser exiliado en el año 365. Pese a las tribulaciones, mantuvo firmes su doctrina y magisterio. Su regreso definitivo a Alejandría se dio por aclamación popular, ya que la ciudad lo reclamaba como su verdadero Obispo.

Atanasio murió el 2 de mayo del año 373, luego de haber servido como obispo durante 45 años y tras haber pasado, en total, 18 años de su vida en el destierro.

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