Hoy es la fiesta de San Esteban I, rey de Hungría y de una familia santa

REDACCIÓN CENTRAL, 16 Ago. 21 (ACI Prensa).- San Esteban (c. 975-1038) nació en Esztergom, Principado de Hungría, a inicios del último cuarto del siglo X, hijo del príncipe Géza de Hungría y de la reina Sarolta. Su nombre era Vajk pero al ser bautizado le fue cambiado por el de Esteban, después de que la familia real húngara abrazase el cristianismo.   Esteban, siendo joven, aprendió latín con San Adalberto y recibió educación cristiana. Contrajo matrimonio con la Beata Gisela de Baviera, hermana del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, San Enrique II. A la muerte de su padre, Géza, Esteban le sucede en el trono convirtiéndose en rey.   El pueblo húngaro rendía culto a diversas deidades y Esteban se propuso dar el ejemplo y difundir la fe cristiana, obteniendo abundantes conversiones. Recurrió al Papa Silvestre II para que Occidente reconociera su reino. El Pontífice envió a San Anastasio, discípulo de San Adalberto, para que lo corone. Asimismo organizó la vida política y religiosa de la nación, construyó iglesias y monasterios.   Entre sus más cercanos colaboradores estuvieron los monjes benedictinos, orden a la que pertenecieron los primeros obispos del nuevo reino, como San Anastasio, San Beszteréd, San Buldo, San Gerardo Sagredo, San Beneta, el Beato Sebastián de Esztergom, entre otros.   San Esteban, junto a su hijo, san Emerico, defendió a su pueblo de la invasión comandada por Conrado II, rey y luego emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Juntos lograron expulsar a los invasores el año 1030.   Emerico era el único hijo sobreviviente de Esteban -los había perdido a todos cuando eran pequeños-, por lo que era su consuelo. Trágicamente, Emerico -quien también sería proclamado santo- murió un año después en un accidente de caza. A partir de entonces, Esteban se aferró mucho más a Dios: su fe lo sostuvo para poder enfrentar las dificultades de sus últimos años, entre ellas las disputas que la sucesión de su reino traería.    San Esteban murió el 15 de agosto de 1038 y fue sepultado en la Basílica de Székesfehérvár, que él mismo había hecho construir y que llegó a ser una de las más grandes e importantes de Europa.   El santo rey de Hungría fue canonizado por el Papa San Gregorio VII en 1083 y su fiesta se celebra cada 16 de agosto. 

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