A santa Teresa de Lisieux le encantaba la nieve y, cuando se hizo carmelita, presenció un auténtico milagro de “Navidades blancas”
A santa Teresa de Lisieux le encantaba la Navidad por muchas razones. Por ejemplo, porque era un recordatorio de su “conversión” inicial de niña, además de por ser una fiesta que celebraba al Divino Niño Jesús, a quien amaba profundamente.
También le encantaba la nieve, como cuenta en su Historia de un alma.
No sé si te he hablado ya de mi amor a la nieve… Cuando aún era muy pequeña, me fascinaba su blancura. Uno de mis mayores deleites era pasearme bajo los copos de nieve. ¿De dónde me venía esta afición a la nieve…? Tal vez de que, siendo yo una florecita invernal, el primer ropaje con que mis ojos de niña vieron adornada a la naturaleza debió ser su manto blanco…
El día que tomó los hábitos, cuando se disponía a entrar en el noviciado en el monasterio carmelita de Lisieux, estaba previsto para el 10 de enero de 1889.
El tiempo empezaba a cambiar un poco hacia la primavera en esta región de Francia y santa Teresa tenía pocas esperanzas de que nevara.
Lo cierto es que siempre había deseado que, el día de mi toma de hábito, la naturaleza estuviese vestida de blanco como yo. La víspera de ese hermoso día, yo miraba tristemente el cielo plomizo, del que de vez en cuando se desprendía una lluvia fina; pero la temperatura era tan suave, que ya no esperaba que nevase.
El “pequeño milagro” de nieve
No obstante, cuando entró en la clausura después de la ceremonia, la nieve le esperaba, a pesar de la calidez del clima.
Lo primero que vi en el claustro fue a “mi Niño Jesús color rosa” sonriéndome en medio de flores y de luces. Inmediatamente después mi mirada se posó sobre los copos de nieve… ¡El patio estaba blanco, como yo!
¡Qué delicadeza la de Jesús! En atención a los deseos de su prometida, le regalaba nieve… ¡Nieve! ¿Qué mortal, por poderoso que sea, puede hacer caer nieve del cielo para hechizar a su amada…? Tal vez la gente del mundo se hizo esta pregunta; lo cierto es que la nieve de mi toma de hábito les pareció un pequeño milagro y que toda la ciudad se extrañó. Les pareció rara mi afición por la nieve… ¡Tanto mejor! Eso hizo resaltar aún más la incomprensible condescendencia del Esposo de las vírgenes…, de ese Dios que siente un cariño especial por los lirios blancos como la nieve…
El pequeño milagro de la nieve recuerda una clásica película navideña estadounidense, White Christmas(o Navidades blancas, en España), en la que todo el mundo anhela y reza por la llegada de la nieve. A pesar de las circunstancias del tiempo templado, empieza a nevar en el momento más inesperado.
La imagen es un recordatorio de que nunca es infantil rezar por que llegue la nieve, ya que Jesús nos mira a todos con amor y se deleita al vernos sonreír.
Publicar un comentario