La Iglesia honra a estos niños que murieron por orden del rey Herodes, quien quería asesinar a Jesús, el Mesías recién nacido.
Herodes, según el relato evangélico, conoció por los Reyes Magos que había nacido el Mesías. Creyó que Jesús le iba a usurpar el poder y ordenó asesinar a todos los bebés y niños menores de 2 años.
La Iglesia ha honrado a los santos Inocentes como mártires desde los primeros siglos.
Ellos son considerados los primeros de una larga lista de personas que a lo largo de la historia iban a derramar su sangre por Dios.
Los Santos Inocentes son patronos de los bebés, de los coros infantiles y de los niños abandonados, así como de los aún no nacidos y los abortados.
Oración introductoria
Dios mío, creo en Ti, confío en tu bondad y en tu misericordia. Guía este rato de meditación porque sabes que soy débil y fácilmente me hago sordo a tu voz.
Petición
Señor, soy tuyo, a Ti me entrego con todo lo que soy y lo que tengo.
Meditación del Papa
«El nacimiento de cada niño lleva consigo algo de este misterio! Lo saben bien los padres, que lo reciben como un don y que, a menudo, hablan así de él. A todos nos ha pasado oír decir a un papá y a una mamá: ‘¡Este niño es un regalo, un milagro!’.
«En efecto, los seres humanos viven la procreación no como un mero acto reproductivo, sino que perciben su riqueza, intuyen que cada criatura humana que se asoma a la tierra es el signo por excelencia del Creador y Padre que está en los cielos.
«¡Qué importante es, entonces, que cada niño, al venir al mundo, sea acogido por el calor de una familia! No importan las comodidades exteriores: Jesús nació en un establo y como primera cuna tuvo un pesebre, pero el amor de María y de José le hizo sentir la ternura y la belleza de ser amado. De esto necesitan los niños: del amor del padre y de la madre. Esto es lo que les da seguridad y lo que, al crecer, permite el descubrimiento del sentido de la vida.
«La santa Familia de Nazaret atravesó muchas pruebas, como esa – recordada en el Evangelio según san Mateo – de la «matanza de los inocentes», que obligó a José y María a emigrar a Egipto. Pero, confiando en la divina Providencia, encontraron su estabilidad y aseguraron a Jesús una infancia serena y una educación sólida» (Benedicto XVI, 1 de enero de 2011).
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