La reina que popularizó el Belén

Descubrimos la bonita historia de María Amalia de Sajonia y el pesebre que montó para su hijo, el futuro rey Carlos IV

Millones de hogares de todo el mundo montan estos días una representación del nacimiento de Jesús. Con figuras grandes, otras en miniatura, con pastores, reyes, con más o menos figuras; los niños y sus familias se reúnen alrededor del pesebre al que rezan y cantan populares villancicos. Una preciosa tradición que en España popularizó nada menos que una reina. 

María Amalia de Sajonia provenía de la casa imperial austriaca y se había casado en un matrimonio dinástico con el que terminaría siendo Carlos III de España. A pesar de ser una unión en la que los contrayentes poco pudieron opinar, María Amalia y Carlos forjaron una unión basada en el amor.

Carlos era por aquel entonces rey de Nápoles, reino al que se trasladó aquella joven princesa y donde pronto recibió el cariño de sus nuevos súbditos. La pareja real llegó a tener trece hijos, de los cuales no todos sobrevivieron a la edad adulta.

En ese regio hogar lleno de niños, María Amalia y Carlos transmitieron a los suyos una intensa fe y devoción por la Virgen Inmaculada; por San Jenaro, patrón de Nápoles, y Santa Teresa de Jesús. María Amalia se retiraba a menudo a orar en una sencilla capilla de palacio en la que solamente había un crucifijo y una calavera. 

La reina napolitana pronto hizo suya la larga tradición de su reino de adopción de montar un Belén durante las fiestas navideñas. Esta y otras tradiciones hacían feliz a una joven soberana que pronto vería cambiar su futuro. 

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Cuando en el verano de 1759 fallecía Fernando VI sin descendencia, Carlos fue llamado por su madre, la reina Isabel de Farnesio, para ocupar el trono de España. El 9 de diciembre de ese mismo año, Carlos, María Amalia y sus hijos llegaban a su nuevo hogar, a su nueva patria.

Hasta el Palacio del Buen Retiro donde se instaló la nueva familia real, trajeron muchos recuerdos de su querida Italia. Uno de ellos era un magnífico Belén con centenares de piezas que la reina, aquella misma Navidad, montó en los salones de su nuevo hogar para el príncipe Carlos, futuro Carlos IV, y el resto de sus hijos.

Aquella magnífica recreación del nacimiento de Jesús, compuesta por muchas figuras realizadas en Nápoles siguiendo una larga tradición, ocupaba varias estancias del palacio.

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Y no quedó únicamente para la intimidad de la familia real. María Amalia decidió abrir las puertas del Buen Retiro para que todo el que quisiera pudiera contemplar su pesebre. Algo que hizo que aquella joya napolitana fuera aplaudida e imitada primero por la aristocracia y la nobleza madrileñas; para, con el paso del tiempo, expandirse hasta los hogares más humildes de toda España.

Hasta entonces, existían representaciones navideñas en catedrales, iglesias y conventos, pero María Amalia popularizó la tradición de hacerlo en casa. Con el tiempo, se la recordaría como la “Reina del Belén”.

María Amalia de Sajonia no pudo celebrar otras navidades. El 27 de septiembre de 1760 fallecía de tuberculosis con apenas treinta y cinco años de edad. Su marido, quien lloró sinceramente la muerte de una esposa a la que había amado desde el primer momento, continuó con la tradición navideña de montar el Belén napolitano. Una tradición que se mantendría hasta nuestros días. 

En la actualidad, el Pesebre Napolitano, de cuyo original se conservan casi un centenar de piezas, es una enorme representación del Nacimiento de Cristo que se puede visitar cada Navidad en el Palacio Real de Madrid. Junto a este, muchos otros grandes pesebres son expuestos en otros lugares de la geografía española. 

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