El telescopio James Webb: en busca del origen del Universo

¿Es pura coincidencia que se haya lanzado al espacio el día del Nacimiento de Cristo?

El pasado día de Navidad, desde una base situada en la Guyana Francesa, la NASA puso en marcha uno de los proyectos más ambiciosos de su historia: el telescopio James Webb (JWST, por sus siglas en inglés).

Con él, la agencia estadounidense observará la atmósfera de planetas fuera de nuestro sistema solar (exoplanetas), vigilará sus condiciones de habitabilidad y buscará rasgos de vida fuera de la Tierra. Además, intentará encontrar la primera luz del tiempo

¿Algo tiene que ver que este telescopio infrarrojo y que trabaja arriba de 230 grados bajos cero (creado y difundido bajo el nombre de James Webb, quien fuera administrador de la NASA en la década de los sesenta del siglo pasado cuando se logró poner al hombre en la Luna) haya sido lanzado al espacio el día del Nacimiento de Cristo?

Los hombres de “ciencia” que no creen en la presencia de Dios en la Creación sino que, según sus teorías, el universo es solamente producto y heredero de una gran y azarosa explosión, el big-bang, sucedida hace 13,800 millones de años, dirán que no, que nada tiene que ver su fecha de lanzamiento con Dios.

Pero para el común de los cristianos hay en esta “coincidencia” una reverencia al Creador del Universo.

Muchos años de preparación

Sea como fuere, lo cierto es que este delicado instrumento, producto de lo que la prensa ha calificado como una “increíble tecnología”, es, por sí mismo, el más grande, el más complejo y el más caro de los telescopios que ha construido el ser humano.

Sobresalen su espejo plegable de casi siete metros de ancho y un parasol extensible como las piezas espectaculares de un mecanismo cuya precisión será puesta a prueba hasta que a fines de 2022 comience a enviar imágenes a la Tierra.

Cuando el 25 de diciembre de 2021 el JWST se elevaba al espacio desde el puerto espacial Kourou en Guayana Francesa, ponía fin a la primera y dilatada etapa de su existencia.

Tres décadas atrás había comenzado el proyecto que sustituirá al telescopio Hubble, hasta ahora la lente más potente que escudriñaba el Universo.

El costo total del nuevo telescopio ronda los 10.000 millones de dólares.

De hecho el JWST se comenzó a concebir a partir de que, en 1990, fuera lanzado al espacio el telescopio Hubble. Este tendría una vida útil de 31 años, mismo que vencería en 2021.

El Webb tendrá una vida útil de diez años. Estaba planeado para su lanzamiento en 2018, pero diversos problemas estructurales y, más adelante, la pandemia, lo impidieron hasta que en esta Navidad fue a conocer el fondo del cosmos.

¿A la búsqueda de la edad oscura?

Según se ha dicho por parte de la NASA, la misión del JWST será captar el origen de las primeras estrellas que se generaron hace 13.000 millones de años, de acuerdo con las estimaciones de los astrofísicos.

Pero no será ésta la única parte del proyecto cuya precisión depende de que ninguna de las miles de piezas que lo componen falle por micro décimas de segundo.

La idea que predomina es ver las luces de las primeras estrellas que comenzaron su viaje hace miles de millones de años.

Basta saber que la estrella más cercana a la Tierra –Alpha Centauri—tarda cuatro años en llegar a nuestro planeta y la del Sol tarda ocho minutos en llegar… y está a tan solo 150 millones de kilómetros…

El Webb buscará observar “la primera luz” de estrellas tras la “edad oscura” del Universo, que habría durado unos 800 millones de años.

De hecho será capaz de observar (y de trasnsmitir lo observado) todo lo que no se puede observar desde la Tierra: “desde lunas heladas y cometas en nuestro propio sistema solar hasta los colosales agujeros negros que residen en el centro de todas las galaxias. Se espera que esté particularmente adaptado para estudiar planetas que orbitan otros soles”, según ha descrito el portal de la BBC en su reporte sobre el telescopio.

¿Para qué nos servirá todo esto?

La respuesta depende mucho de quién haga la pregunta. Los científicos quieren saber cómo se formó el Universo; quieren conocer el origen del primer átomo, la generación de la explosión con la que inició el tiempo.

Para los creyentes la cuestión es distinta. El sentido del origen es Dios, para quien el tiempo no existe, solo la eternidad.

Sin embargo, la capacidad de asombro –motor del conocimiento y, aún más, de la filosofía y la teología—se nutre de estos y otros hallazgos.

Y en esos hallazgos está el Amor, que es el que mueve al universo y a las estrellas, según la colosal descripción de Dante Aligheri.

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