El P. José Noriega, de la Congregación Discípulos de los Corazones de Jesús y María, fue profesor del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia.
En conversación con ACI Prensa, este sacerdote español explicó que, a través de los votos matrimoniales, se recibe “la novedad del Espíritu Santo”, aquella que “transforma su amor conyugal en caridad conyugal”.
Con este recibimiento, los esposos comienzan “un camino de santificación”, en el que “no sólo se dan su amor, su cariño y compañía, sino también el Espíritu Santo, que dilata cada vez más su corazón, preparándoles para el don definitivo en el cielo”.
Además, destacó que “la unión conyugal consuma, lleva a plenitud el don recibido en su matrimonio, y así se constituye en fuente de nuevas gracias que les permitirá afrontar con empuje su vocación y misión matrimonial, especialmente en la generación y educación de los hijos”.
2. Aprender el lenguaje del amorEl P. Juan José Pérez Soba, profesor de Pastoral Familiar del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, ofrece 3 consejos a los novios que se preparan para el matrimonio.
En primer lugar, destaca la importancia de aprender el “lenguaje del amor”. “Dios nos habla del modo en que cada hombre puede comprenderlo, que es por medio del amor humano”.
Para el P. Pérez Soba, son “el pecado y nuestro corazón duro” los que impiden “que este lenguaje nos sea claro. Por eso, ahora lo hemos de aprender. Significa que el amor es un don que pide toda nuestra vida y al que hemos de responder con totalidad, con el alma y el cuerpo, en la fidelidad que nos pide”.
“El analfabetismo afectivo nos impide comprenderlo y hace que la vida se viva fragmentada”, destaca.
3. Dejarse enseñar por CristoEl segundo consejo del P. Pérez Soba es valorar la importancia de “dejarse enseñar”. “Una de las dificultades mayores del noviazgo en la actualidad es un intimismo que lo encierra en una relación clausurada, que no ve en la comunicación con los demás un modo de enriquecerse”.
“Aprender a amar requiere una ayuda, y les puede enseñar el Maestro del Amor, que es Jesucristo. Así se hace presente entre los dos como una fuente que siempre renueva el amor, para compartir con otros novios en un camino catecumenal y eclesial”.
4. El tiempo no quita nada al amorEl P. Pérez Soba también resalta que “el tiempo no quita ni da nada al amor”, sino que “nos muestra su vitalidad”.
“Si es un amor verdadero, sabe crecer y generar vida, es un amor que madura y que ve en las dificultades un camino hacia un amor más profundo. Si es sólo superficial, se seca y desaparece sin saber cómo”.
Según el sacerdote, esta sabiduría del tiempo “la pueden comunicar los matrimonios experimentados en un proceso de acompañamiento”.
“Es Dios el que desea ese amor hermoso y para siempre a toda pareja de novios.
Así se preparan no para la boda, sino para la vida, y no para la ceremonia del matrimonio, sino para la vida matrimonial”, subraya.
4. El matrimonio como vocaciónLos madrileños Sergio Lázaro Rey y Carmen Gallardo Pérez llevan 17 años casados y tienen 4 hijos. Han cursado la especialidad de Pastoral Familiar en el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para Ciencias del Matrimonio y la Familia.
Desde su experiencia, quisieron transmitir a todos aquellos novios que miran a un futuro esperando poder algún día unir sus vidas para siempre, que el matrimonio “es una vocación”.
“La vocación común a todos los cristianos es que estamos llamados al amor. A los esposos de manera particular se les llama a este amor en una unión matrimonial. Dicha unión está en el plan de Dios para el ser humano desde ‘el principio’”, afirman.
5. Una preparación tempranaLos esposos católicos señalan además que una de las grandes carencias que tienen los jóvenes cristianos hoy en día es la falta de una preparación para este sacramento.
“No nos referimos a la preparación próxima consistente en una serie de charlas cuando ya los novios han decidido que se van a casar, sino a una preparación desde el inicio del noviazgo, una preparación temprana”.
Para Sergio y Carmen, “los futuros esposos están llamados al amor, pero el mundo no conoce este amor y les propone modelos y comportamientos que, muchas veces, no ayudan a construir ese amor, sino todo lo contrario”.
6. Acompañamiento durante el noviazgoSegún esta pareja de esposos, para “los novios del siglo XXI es necesario un acompañamiento durante el noviazgo”.
“Necesitan matrimonios cristianos a su lado que les ayuden durante todo este tiempo, mostrándoles la verdadera belleza del matrimonio, pero también sus exigencias. Necesitan matrimonios a su lado que les guíen y les arropen”.
Resaltan que, a menudo, “no se entiende que para un ‘orden sacerdotal’ se requieran años y años de preparación y para el sacramento matrimonial la Iglesia deje solos, ‘a la deriva’, a los novios, moviéndose según la ‘corriente oceánica’ del momento o a donde les lleve el viento”.
“Les diríamos a los novios: ‘¡No estéis solos! ¡Buscad esos matrimonios que os ayuden y os sirvan de estrella polar para vivir vuestro noviazgo y posteriormente también vuestra unión esponsal!’”.
El Presidente de la Asociación Persona y Familia, el P. Juan de Dios Larru, también destacó en conversación con ACI Prensa la importancia de que los novios sean acompañados.
Aunque aseguró que no existen “recetas mágicas”, insistió en que “es muy necesario que los novios caminen y maduren con otros novios. Que el grupo de novios sea animado por algún matrimonio joven suele también ser muy beneficioso, pues el noviazgo y los primeros años de matrimonio están en una profunda relación”.
“En este sentido, me gusta repetirles a los novios esa frase del himno del Liverpool: ‘You’ll never walk alone’ (Nunca caminaréis solos)”.
7. La comunicaciónCarmen y Sergio también subrayan la importancia de “pasar tiempo juntos para hablar, hablar y hablar. Hablar del uno y del otro y descubrir cómo la otra persona percibe el futuro. En pocas palabras: conocerse”.
“Tener claro que la persona de la que estoy enamorada quiere dar la vida entera por ti, según el plan de Dios que tiene para cada matrimonio. Estar seguro de que vuestro novio/a tiene el firme propósito de estar contigo para siempre, y que va a ser capaz de morir por el otro. Por morir nos referimos al hecho de hacer que desaparezca el ‘yo’ y que nazca el ‘nosotros’”.
Asimismo, explican que el hecho de hablar de los “futuros hijos” también es importante, y tener claro que la persona con la que se vive el noviazgo está abierta a recibir los hijos que Dios les quiera dar y a educarlos en la fe. “Muchísimos matrimonios se rompen por no ser capaces de reconocer la paternidad como un don y una tarea”.
“Todo esto hay que hablarlo para poder discernir si se sigue adelante, pues el noviazgo es un tiempo de tránsito, que sólo tiene un único fin: el matrimonio”.
8. Vivir la fe juntosDesde su experiencia Carmen y Sergio recomiendan asimismo empezar a vivir la fe juntos y destacan la importancia de acercarse a la Eucaristía. “Siempre que sea posible intentad no ir a Misa separados, sino celebrar el domingo uno al lado del otro”.
“Otras prácticas son también recomendables, por ejemplo, la Adoración Eucarística, donde uno al lado del otro, delante del Señor, ponéis vuestras inquietudes, vuestros deseos, vuestro futuro juntos”.
9. Aprender el significado esponsal del cuerpoPara el P. Juan de Dios Larru, profesor de Teología Moral en la Universidad San Dámaso de Madrid, es necesario “aprender a reconocer el significado esponsal del cuerpo”.
“En el camino del noviazgo, es muy decisivo aprender a reconocer que el cuerpo sexuado ha sido creado para amar y ser amado. Este significado proviene del Creador, que lo ha inscrito en la carne y pide ser descubierto con gratitud y asombro, así como reconocido y madurado”.
Además, aclara que “esta capacidad de donación, de darse al otro, ha de ir creciendo y madurando en el noviazgo hasta que el amor se haga verdaderamente conyugal”
10. Amar fiel y fecundamenteEl sacerdote también puntualiza que “la fidelidad y la fecundidad son dos notas esenciales del amor verdadero”.
Resalta que “ser fiel no es aguantar estoicamente, sino más bien responder de modo siempre nuevo a la solicitud de la verdad del amor”.
“La generatividad es inseparable de la fecundidad, que no se reduce a la fertilidad, sino que supone aprender a descubrir que la mutua entrega está abierta a los hijos que puedan venir, abriendo el futuro para otros”.
Esto, para el P. Larru, “requiere aprender a morir a uno mismo, al egoísmo, para reconocer que la vida es más grande que uno mismo, y hacer la hermosa experiencia de que hay una desproporción entre lo que uno ofrece y lo que uno recibe, en la lógica creciente de la sobreabundancia”.
Por último, destacó que “Cristo y la Iglesia son siempre el marco de referencia permanente para vivir el noviazgo”.
“La Eucaristía y la Penitencia son, desde este punto de vista, el manantial donde nutrirse y la puerta a atravesar para purificar el amor con el perdón de Dios”, concluye.
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