Cómo no dejarse llevar por los pretextos

Es mejor atreverse a hacer las cosas que poner pretextos para posponerlas, o llegar al extremo de no hacerlas. El psicólogo Guillermo Dellamary explica por qué

Por mucho, es mejor atreverse a hacer las cosas que estar poniendo pretextos para posponerlas, o hasta llegar al extremo de no hacerlas.

El drama de muchas personas que no alcanzan el éxito es porque tienen tanto miedo a que las cosas no les salgan bien que acaban por no hacerlas.

Varios expertos en estudiar las conductas de las personas que han triunfado en la vida descubrieron que fue debido a que se animaron a realizar sus sueños porque insistieron en superar todos los obstáculos para alcanzar sus objetivos y no se quedaron justificando el por qué no lo habían ni siquiera intentado.

Triunfar no quiere decir, necesariamente, destacar por encima de los demás sino alcanzar tus objetivos, poco a poco, pero al fin lograrlo.

«Es que…»

La famosa frase de «es que» lo que sea, desde la falta de dinero o la oportunidad que aún no se presenta; suele ser la salida más común para los que abrazan la derrota y no se levantan para continuar luchando.

El movimiento olímpico ha insistido mucho en que los deportes forman el carácter desde niños; y esto quiere decir que proporciona esa determinación para vencer el miedo y hacer las actividades con disciplina.

Pero lo mismo debería de ser el tener una firme espiritualidad cristiana y entregarnos a la vida con la convicción de que todo lo bueno que haces para ti y para los demás te va a conducir a vivir mejor. Es decir, a conseguir éxitos importantes y a no quedarte con las ganas de conseguir lo que quieres, porque sigues atrapado en tu costal de pretextos que no has logrado romper.

Qué esperas para empezar a organizar el viaje que has soñado o la fiesta para festejar tu próximo cumpleaños, o comenzar a estudiar algo que te va a ayudar a mejorar.

Se trata de cancelar la torpe salida del pretexto y dejar de consentir su perverso efecto en nuestras mentes.

Tan sencillo como que la próxima vez que alguien te pregunte si vas a realizar alguno de tus proyectos, no se te ocurra responder con algún pretexto, por convincente que creas que es. Y tan sólo responde: lo estoy intentando o estoy trabajando en ello. Que se note que te esfuerzas por lograrlo.

Salir del mundo de las falsas escusas

Para no hacer las cosas de manera correcta o las que se deben de hacer, las personas hemos inventado una enorme lista de excusas que nos sirven de pretextos para posponerlas.

Cada quien sabemos cómo elaboramos esa lista de justificaciones para eludir nuestras responsabilidades y compromisos. Una de las más elegidas es «no tengo tiempo» o «tengo mucho trabajo». A veces salimos con la idea de que tenemos otros compromisos por cumplir.

Cuando se quiere hacer algo de verdad, no hay excusas.

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Cuando nos proponemos algo, no valen las excusas.

kryvoshapka | Shutterstock

Se hace porque se hace. Se borran todos los pretextos e inútiles explicaciones y se hace lo que se tiene que hacer.

Se deja de buscar argumentos para justificar los errores o las fallas que se cometen.

Si no se quiere hacer algo o asistir a un evento, pues simplemente se avisa y se dejan de inventar razones del por qué no piensas cumplir con ello.

Un pretexto es una excusa falsa, se simula y argumenta con trampas y engaños, en vez de hacerlo. La excusa debe ser siempre una disculpa cierta y verdadera, en cambio el pretexto se presenta como una serie de argumentos para eludir las responsabilidades y compromisos que ya se tienen.

Es curioso, pero todos los pretextos suelen ser unas falsas excusas. En cambio, no todas las excusas son pretextos. Pues en muchas ocasiones es muy cierto que no se puede hacer algo, debido a un hecho real que lo impide.

Amar sin condiciones ni pretextos

Hace poco escuché a una persona argumentar que el amor en los esposos tiene que ser recíproco.  Doy y recibo, y si ya no me siento correspondido, entonces ya comienzo por dejar de darte. 

A tal argumento se le puede confrontar con la idea de que el verdadero amor es incondicional. No se admiten exigencias de ningún tipo. Te amo por quien eres, te acepto tal cual. No hay pretextos ni justificaciones para dejarlo de hacer.

Si acaso se llega a sentir que ya no se ama a una persona, basta con admitirlo y no poner responsabilidades en los demás. Se asume que uno mismo ha tomado una decisión, sin culpar a la otra persona por las propias elecciones.

Me puedo disculpar contigo por ya no cumplir con mis compromisos; pero no utilizar múltiples pretextos para dejar de asumir las responsabilidades que se tienen.

El verdadero amor no admite pretextos. Es incondicional.

Realizar tus sueños, conseguir tus objetivos y luchar por lo que quieres, tampoco admite pretexto alguno.

Asumamos nuestras responsabilidades con honestidad.

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