Un estudio de Harvard ha monitorizado todos los años de vida de 724 jóvenes desde 1938 hasta hoy. Por fin ha sacado sus conclusiones y desvela, con datos en la mano, cuándo las personas son más felices: a partir de los 60 años
Calidad en las relaciones. La investigación asegura que «todo el mundo puede dar giros positivos a su vida» y que lo que marca «una buena vida» es la calidad de las relaciones. Por tanto, el estudio aprecia que la felicidad no está tanto en el tener, entendido como riqueza o acumulación de bienes, sino en un aspecto más social, más de relacionarse con el otro.
Uno de los directores del estudio, el psiquiatra Robert Waldingner, con el psicólogo Marc Schulz, aseguran que «vivir rodeado de relaciones cariñosas protege nuestro cuerpo y mente».
Certeza de la muerte
Los autores del estudio creen que es un elemento fundamental el hecho de que las personas mayores son plenamente conscientes de que la vida pasa, se va agotando, y la muerte se acerca:
«Creemos que es porque tenemos el sentido de los límites de la vida y de que la muerte es algo real y eso nos hace más felices, porque cambiamos nuestras vidas. Nos quitamos obligaciones de encima, amistades que no nos hacen felices o reuniones que no nos gustan».
La vida, lo que queda de ella a esas edades, se vuelve mucho más selectiva, escogiendo lo que más enriquece a cada uno para disfrutar y aprovecharla con lo que más llena al individuo. Waldingner lo resume así: «Somos emocionalmente más sabios y esa sabiduría nos hace florecer».
El peligro de la soledad
Si la calidad de las relaciones es el gran argumento para la felicidad, la soledad se convierte en uno de los mayores peligros.
Su peligro también es físico, porque favorece que las enfermedades se desarrollen con mayor rapidez, a edad más temprana y con mayor impacto.
Compartir la enfermedad –dicen- ayuda a encontrar el equilibrio:
«Cuando me puedo quejar con otra persona puedo sentir que el cuerpo recupera su equilibrio; la persona sola no puede calmarlo, mientras que la que tiene relaciones sí».
¿Cuál es la receta de la felicidad?
Si bien el estudio apunta algunas conclusiones, como la necesidad de relaciones de calidad, evitar la soledad no deseada, primar lo positivo sobre lo negativo… no da una receta infalible de cómo lograr la felicidad.
La razón es que «no existe la vida perfecta«.
Ni siquiera cuando se tiende a mirar al prójimo y se envidia su vida: «Es muy posible creer que las otras personas tienen vidas perfectas y que somos los únicos que no la tenemos, y eso no es verdad», dice el director del estudio.
Pero sí hay un consejo, que sirve de nexo común entre quienes en el estudio han resultado ser más felices: las relaciones.
Los autores del estudio recomiendan practicar “la buena forma social” y cuidar las relaciones de forma activa:
«Todos nosotros estamos conectados a todo el mundo y necesitamos de los otros».
Por sexos, el estudio revela que este aspecto está más acentuado en las mujeres, independientemente de la generación a la que pertenezcan.
En sus 80 años de investigación, han constatado que ellas entienden mejor la importancia de mantener las relaciones que los hombres. Ellos habitualmente no trabajan en mantenerlas.
El dinero no da la felicidad
El estudio, realizado en Estados Unidos, sitúa en 75.000 dólares anuales la cantidad que aporta bienestar a las personas. Pero no hay que confundir bienestar con felicidad. Ciertamente, los psiquiatras del estudio insisten en que el dinero es importante porque cubren las necesidades de la vida, pero «una vez tenido ese dinero, tener 70 millones más no aumentan la felicidad», dice Waldinger.
En una sociedad capitalista, en la que nos bombardean con necesidades y productos que debemos cubrir, la experiencia con las personas que han servido de base para este trabajo constata que cubrir esas ‘necesidades’ no aumenta la felicidad. «Sabemos que comprar experiencias nos hace más felices y durante más tiempo que comprar cosas», apostillan.
Metodología
Se trata de la primera investigación de toda una vida, a través de varias generaciones. En 1938 comenzó la investigación escogiendo a 724 jóvenes a los que han hecho un seguimiento hasta hoy. Para ello, han hecho miles de entrevistas, se han recopilado tubos de ensayo con su sangre, datos sobre la salud física y mental e incluso donaciones de algunos cerebros. Todo ello se ha plasmado ahora en el libro ‘Una buena vida’ (Planeta).
La intención es seguir ahora con más estudios en esta línea. El equipo profesional recoge ahora datos con los hijos de los primeros entrevistados.
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