Cómo ayuda un mediador familiar a una pareja en crisis

Muchas veces damos este consejo a alguna persona que está viviendo con dificultad su relación de pareja, con sus hijos, o con sus padres. Incluso también cuando no se siente bien, cuando sufre ansiedad, estrés, inseguridades, baja autoestima, miedos…

El consejo está muy bien porque las ayudas son eficaces pero… ¿Qué es pedir ayuda? ¿A quién a hay que pedírsela? ¿A un amigo, a nuestro médico, a un psicólogo, a un psiquiatra, a un mediador familiar o un orientador matrimonial?

A veces, por desconocimiento, dejamos de aprovechar la ayuda de un asesor familiar cuando estamos viviendo una crisis de pareja (y familiar) llena de sufrimiento.

Mediación de resolución de conflictos

La mediación de resolución de conflictos es una ayuda encaminada a buscar soluciones cuando la dificultad o el conflicto ya ha surgido.

Proponemos acudir a la mediación familiar cuando una pareja discute con frecuencia, con tensiones en su relación, con desacuerdos importantes que, si no se resuelven pueden desembocar en algo más grave o llevar incluso a una ruptura. La mediación se aplica en este caso como proceso de resolución de conflictos en el ámbito familiar.

El mediador familiar es un tercero neutral que no impone una solución sino que, con las técnicas oportunas, ayuda a cada pareja o familia a encontrar la solución que más conviene para su caso concreto. Su objetivo: solucionar las dificultades y fortalecer y mejorar el matrimonio y/o la relación paterno-filial.

El trabajo de mediación combina sesiones conjuntas con sesiones individuales en las que cada una de las partes expone lo que viven con dificultad en su relación, lo que necesitarían, lo que querrían cambiar… Así se facilita que cada uno exprese sus razones y escuche las de la otra parte sin “cortar” la explicación ante las reacciones del otro, porque se lo está contando también al mediador.

Esto ayuda a centrar los problemas reales – ¿qué es lo que les está pasando?– y a fijar objetivos –¿quiere cada uno buscar soluciones?– en un proceso en el que el mediador les irá ayudando a encontrar el modo de acercar posiciones y, si es necesario, a solicitar la ayuda de otro/s especialistas que tal vez de entrada una o ambas partes no querían admitir (p.ej. una atención psicológica o psiquiátrica).

Otra de las ventajas de la mediación es facilitar la intervención de otros profesionales: nos sigue costando mucho solicitar asistencia clínica, psicológica o psiquiátrica.

Al trabajar con un mediador los aspectos personales que necesitamos mejorar es posible que lleguemos a la conclusión de que necesitamos una atención especializada –por aspectos de personalidad, por alguna dificultad o trastorno específico…

En mi experiencia es más fácil admitir la necesidad de esa ayuda cuando es la persona la que llega a la conclusión de que la necesita, desde una ayuda previa no clínica.

Por esta razón, es conveniente que los equipos de orientación y mediación familiar cuenten con la colaboración de otros profesionales que intervengan en el proceso de ayuda cuando sea necesario. No son en modo alguno ayudas excluyentes, son complementarias.

La mayor parte de las familias que acuden a mediación consiguen resolver sus dificultades. Pero no siempre es posible.

Mediación de ruptura

Es una ayuda para llegar a acuerdos cuando la ruptura es inevitable. Acuerdos no sólo en aspectos jurídicos, también en los aspectos afectivos y de relaciones personales y familiares.

Ya que no podemos evitar la separación, es mejor buscar la forma de que sea lo menos dolorosa posible para cada uno de los miembros de la familia –especialmente los hijos, si los tenemos, como dice Francisco en Amoris Laetitia, “os habéis separado por muchas dificultades y motivos, la vida os ha dado esta prueba, pero que no sean los hijos quienes carguen con el peso de esta separación” .

El acompañamiento en este proceso ayuda a aceptar una decisión que no siempre es hubiéramos querido y a sanar las heridas que ha producido la ruptura.

A lo largo de todo este proceso, el mediador cuenta con la colaboración de otros profesionales que se incorporan al equipo cuando es necesario. No hay que tener miedo a pedir ayuda cuando no nos va bien; no se trata de vivir soportando estoicamente las dificultades, es mejor evitar, en la medida de lo posible, el sufrimiento que provocan en todos los miembros de la familia.

María Álvarez de las Asturias es fundadora del Instituto Coincidir, especializado en el asesoramiento personal, matrimonial y familiar

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