El pasado 19 de noviembre, el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, profesor de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Europea Miguel de Cervantes (Valladolid, España) publicó un artículo titulado “¿Dónde están (escondidos) los intelectuales cristianos?”. Con ese interrogante criticaba la que -en su opinión- es una ausencia clamorosa de los cristianos en el debate de las ideas en España.
También criticaba Quintana el trabajo de las universidades, los centros de enseñanza y los medios de comunicación católicos en España porque, a su juicio, pierden el tiempo en tareas que les apartan de su misión evangelizadora.
Llamada a que acudan al duelo intelectual
Quintana respondía al artículo del también filósofo Diego S. Garrocho, vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Madrid, que publicó el diario «El Mundo» (en su edición online premium) con el título «¿Dónde están los cristianos?». En él afirmaba con contundencia: “El pensamiento específicamente cristiano se encuentra del todo ausente”.
Quintana planteaba un reto: «Un buen modo de mostrar que Diego y yo nos equivocamos sería que radios, televisiones, colegios, universidades, institutos, editoriales, museos católicos recogieran este guante. No como lo recoge una damisela ofendida; sino como un reto para batirse en duelo intelectual. Para demostrarnos a nosotros, a todos, que el cristianismo, dos mil años después, sigue aprovechando cualquier ocasión para ponerse de actualidad. Al igual Jesús, también él, aprovechó el mero hecho de sentir sed junto a un pozo de Samaria para pegar la hebra.»
Los periodistas Fernando de Haro y Pilar Cisneros, famosos por su programa de las tardes en la cadena de radio Cope, aparecían citados en el artículo de Quintana como excepción.
«El cristianismo no es un sistema ético»
De Haro le dio respuesta pocos días después desde la tribuna de PaginasDigital.es. Tituló el artículo: «Sobre la aportación de los cristianos».
De Haro explica que no puede identificarse con el calificativo de «intelectual cristiano» porque «mi formación, mis ocupaciones, mis competencias y mi producción tienen poco que ver con las de un verdadero intelectual«. Su trabajo, recuerda, es el de «un periodista que hace análisis de actualidad y radio generalista de acompañamiento».
Un encuentro personal con Dios del que somos testimonios libres
Pero el periodista escribe qué considera que es y qué no es un cristiano del siglo XXI. «Como han señalado los dos últimos pontificados, el cristianismo -explica- no es ni un sistema ético, ni un sistema de ideas. El cristianismo (…) no es la cristiandad, no es un magnífico legado histórico, artístico, filosófico y jurídico. El cristianismo es un acontecimiento: nace y crece como un encuentro, como el que tuvieron hace dos mil años los primeros discípulos con Jesús de Nazaret. Este encuentro, para ser reconocido como el encuentro con Dios encarnado, requiere de la libertad.
Aceptando la crítica
De Haro encaja la crítica que hace Quintana al trabajo de las universidades y medios de comunicación católicos y la agradece como «invitación a una revisión permanente de las obras que en su origen han sido generadas por la fe.»
Dar testimonio
El periodista subraya que es esencial en el cristiano contemporáneo algo que también lo fue en los siglos pasados: el testimonio. «Creo -afirma- que la primera aportación de los cristianos al mundo de hoy es dar razón de lo que nos sucede. No solo a través de un anuncio directo del contenido de la fe sino por nuestro modo de estar en la realidad. En este sentido la categoría esencial es el testimonio.»
El auténtico cristiano está llamado a «entender la realidad»
De Haro defiende «una inteligencia de la fe que se convierte en una inteligencia de la realidad para afrontar los problemas que son comunes a todos los hombres: familia, política, educación y un largo etcétera. Esa inteligencia de la realidad la ofrecemos en la ciudad común y plural. No ocultamos su origen, todo lo contrario, lo anunciamos con alegría.»
Dos señas de identidad: la alegría y el amor a la libertad
El comportamiento de los cristianos en la vida pública tiene como signo la alegría, dice, y el amor a la libertad. «No pretendemos que necesariamente [la fe] ordene la vida civil porque sabemos que solo puede ser aceptada a través del misterioso juego de la libertad de Dios y de la libertad del hombre. Lo hacemos interesados en aprender, en la relación con los no cristianos, qué significa la fe que hemos abrazado.»
El mismo corazón inquieto, la misma dignidad infinita
Señala, por último, un aspecto que enlaza con la encíclica «Fratelli Tutti» del papa Francisco: «Dispuestos siempre a sorprender y acoger la verdad y la belleza venga de donde venga. La cultura cristiana no es un museo con piezas magníficas (…). Tiene su máxima expresión en la caridad, en una mirada hacia el hombre concreto en el que se reconoce el mismo corazón inquieto, la misma dignidad infinita.»
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