Quiero detenerme ante la mula, ante ese burrito que lleva a María a Belén. Me encanta contemplar a este personaje del Adviento. La tradición lo coloca a los pies de José y María junto al buey, después de un largo viaje hasta Belén. Me encanta mirar al burrito y pensar que en mi vida quiero tener su misma actitud. Esa docilidad para cargar con María.
Dócil como la mula
¡Qué suerte tiene la mula! ¡Qué suerte tengo yo que puedo llevar a Jesús y a María en mi propia vida y hacerlos presentes en todo lo que hago! Puedo ser dócil a sus deseos e inclinarme ante ellos. Con paciencia de mula, con terquedad a veces, con alegría. Dispuesto a llevar a José y a María a donde ellos quieran.
¡Qué difícil resulta ser paciente y dócil! ¡Qué complicado hacer siempre lo que Dios quiere y no dejarme llevar por mis propios deseos! ¿Y mi impulsividad? ¿Y mi tendencia a hacer lo que yo quiero, lo que deseo? ¿Y mi inclinación a no cargar con nada que no sea mío? No es tan sencillo.
La humildad de la mula
El corazón se resiste, el mío al menos. Y se resiste a dejarse conducir por caminos extraños en medio de la noche. Cuando el frío es fuerte y los vientos son contrarios. Me gusta la humildad de la mula. No la admiran a ella, cuando la ven pasar con María sobre su lomo. No piensan en su valor, en su fortaleza, en su grandeza, en su belleza.
La mula, siempre a un lado, está siempre presente. Ausente en pensamientos pero allí fiel, sin moverse. ¡Qué lejos estoy yo de ser tan dócil, tan bueno, tan fiel, tan humilde!
Esta Navidad le pido paciencia
La paciencia es un don que le pido al Niño esta Navidad. Para aceptar la realidad como es y no como a mi me gustaría que fuera. Sin tomarme tan en serio mis deseos. Sin dejarme arrastrar por mis emociones. La rabia surge como un estallido cuando no acepto con paz las contrariedades y los tropiezos.
Las lágrimas ensombrecen mi sonrisa. La tristeza apaga todo deseo de entregar la vida. La envidia no me deja ser feliz con lo que Dios me regala.
Si tuviera un poco más de mula en esta Navidad no me sentiría el protagonista de la fiesta ni viviría exigiéndole a los demás el amor que me hace falta para llenar el vacío del alma.
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