Sofía, la preadolescente que «se enamoró» de la Virgen María

Sus hermanas, más distraídas, no paran quietas. Tras la Comunión y la acción de gracias, el sacerdote, un polaco gigantón muy campechano dio los avisos parroquiales. Entre ellos, la situación de las obras del nuevo templo que ya están en marcha. Por eso, ofrecen a las familias la opción de comprar una réplica de la talla de Nuestra Señora de Nazaret, para que María esté presente en cada iglesia doméstica del barrio, y ayudar de paso a sufragar la construcción. Cuesta 200 euros, la mitad es el coste real de la réplica y la otra mitad el donativo.

Acabada la misa, en ese primer banco, seguían en silencio en su acción de gracias. Sofía había puesto sus ojos en Santa María desde que entró. Esa talla que veía en la nevera y que ahora observaba en todo su esplendor. Lejos del frío del refrigerador hace arder más aún el corazón.

Atrapada por la belleza de la imagen, no podía quitarle ojo, porque sentía la necesidad de quererla. No solo verla, tenerla.

Su padre ya se había planteado en alguna ocasión comprar la imagen, pero había que echar números para no descompensar las cuentas de la familia. O quizás para encontrar un momento especial.

VALLECAS
@laparroquiadelagavia

En ese silencio en el que cada uno reza al Jesús Vivo hecho pan y vino, Sofía seguía imantada en María. Sin nevera de por medio. Los polos eran entre ellas dos. Esa atracción se convirtió en decisión. Quería abrazarla como una hija abraza a su Madre.

Quería estar con ella para sentir la ternura y la protección que una hija siente con su Madre. María le abría los brazos y ella dejarse arropar por ellos.

“Papá” –interrumpió a su padre con un cariñoso murmullo mientras éste rezaba-. “¿Si costara 100 euros tú la comprarías?”, dijo mientras apuntaba con sus ojos verdes a la blanca y dulce María.

“Bueno, hija…” –balbuceó el padre que descubrió al instante la mirada entre ellas.

“Tú pones 100 euros y el resto lo pongo yo” –dijo la niña decidida a no tener que esperar al domingo para ver a María.

“¿Tanto de gusta, Sofía?

“Sí, es la Virgen más guapa”

“Pero si la compramos es para hacerla caso, para quererla y rezarla”

“Sí, papá. La ponemos en el salón y yo la rezo todos los días”

“Vale, pero déjame hablarlo primero con mamá” – concluyó el padre mientras su corazón se derretía completamente al escuchar a su hija mayor.

Entrega todo

El padre sabía que los 100 euros que ofrecía su hija era todo lo que tenía. Sus ahorros enteros. Aquel billete de 50 que le dieron tres años antes en su Primera Comunión y algo más que había ahorrado minuciosamente durante todo ese tiempo. Una suma que se ha ido forjando con pequeñas monedas.

Para ella era su todo. No lo había dispuesto para comprar un móvil cuando su padre levantara el veto, o para ese Ipod con el que sueña para escuchar su música favorita. Tampoco para la cabaña que quería comprar para el jardín del chalet del abuelo. No. Lo daba todo para Ella.Todos sus ahorros y todo su corazón.

Al día siguiente, el padre –aún emocionado-, de visita a sus padres les contó orgulloso lo sucedido. Por supuesto, él iba a pagar todo, no iba a dejar que Sofía lo hiciera. El abuelo entonces, con esa sonrisa que se dibuja inconscientemente cuando se te llena el corazón de ternura, propuso el siguiente plan y llamó a la nieta para comentárselo.

Ella pagaría los 100 euros, pero él se los daría a ella cuando se vieran, bajo la condición de que pida a María por los abuelos. Con sus achaques y enfermedades, los abuelos saben que las plegarias de los niños suenan en el Cielo a todo volumen.

VALLECAS
Cortesía

El abrazo

Sofía cogió su monedero y junto a sus padres y hermanas fueron a la parroquia al salir del colegio. Allí estaba su Virgen, esperándola. El sacerdote le dio el sobre para que pusieran ahí el dinero. El padre puso sus 100 en dos billetes: ella volcó sobre la mesa del despacho parroquial sus ahorros. Monedas desparramadas por todo el tablero. Sumaba 103 euros y algunos céntimos, y tras empezar a contar, decidió no quedarse nada. Todo. Lo dio todo.

“Papá, no me iba a quedar 3 euros”. Le dieron la talla de María ya bendecida. La abrazó inmediatamente, con fuerza. La tenía. Ni siquiera el plástico con burbujas que envolvía la imagen importaba.

Su padre le dijo que mejor llevaba él la imagen, no se fuera a caer. “No, no se me cae”. Y abrazada a ella la llevó a casa. Sofía eligió el sitio para colocarla. El mejor del salón. Donde siempre que pasa se cruzan sus miradas cómplices. Las de María y su hija que tanto la ama.


NIEPOKALANE POCZĘCIE

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