En los años 70, el nombre de Eszterhas aparece en la famosa revista musical “Rolling Stone”.
En 1978 escribió el primer guion para la película “F.I.S.T” con Sylvester Stallone, luego otro para “Fleshdance” en 1983.
En los años 90, gracias a la ya mencionada “Instinto básico”, la revista Time presenta a Joe Eszterhas como “rey del sexo y la violencia en América”.
Con la escritura de dieciséis películas ha ganado cerca de mil millones de dólares. Igualmente, Joe se siente vacío a finales del siglo XX, cuando está en la cima de su carrera Hollywoodiense.
La intervención quirúrgica lo cambia todo
Un mes después de la operación, Eszterhas deliraba: “Me estaba volviendo loco. Estaba muy nervioso. Temblaba. No tenía paciencia para nada. Gritaba a mi esposa Naomi y a los niños. Mi corazón palpitaba acelerado. No tenía apetito. No podía tragar nada”.
La razón de tal estado de ánimo era obvia: “Cada terminación nerviosa exigía un trago y un cigarrillo”.
Entonces Joe decidió escapar. “Salí de casa y empecé a caminar. Caminaba tan rápido como podía. Era demasiado viejo para correr. Intentaba superar con esta marcha mis deseos y adicciones. Intentaba superar el pánico. Intentaba superar la autodestrucción. Intentaba superar la muerte”.
Pasan los minutos y Joe, vagando por el barrio, siente que se desploma. “Comencé a llorar. Sabía que estaba hiperventilado. Me senté en un bordillo. Las lágrimas descendían por mi rostro. Observé cómo acababan en el suelo, salpicando. Mi corazón latía con tanta fuerza que bloqueaba todo a mi alrededor, excepto mis sollozos. Me parecía que ya no era humano. Escuché mis propios gemidos. Parecía un animal herido”.
Y es justo en este momento, cuando llegó lo inesperado. “Podía oír a mí mismo balbucear algo. Sentí que lo estaba diciendo. No podía creer lo que había dicho. No sabía por qué lo había dicho. Nunca antes lo había dicho.
«Por favor, Dios, ¡ayúdame!».
Me escuché repitiéndolo. Y una y otra vez: «Por favor, Dios, ¡ayúdame!». Sabía por los hechos que no podía decirlo, como no podía decir nada más. Mi laringe había desaparecido casi por completo. Este tubo diabólico fue colocado allí. Ni siquiera hubiera podido susurrar, y mucho menos decir algo. Pero claramente me escuché decirlo y luego repetirlo una y otra vez”.
Rezaba, pedía, suplicaba ayuda.Suplicaba a Dios que me ayudara. Y pensaba para mí: «¿Yo? ¿Pidiendo a Dios? ¿Suplicando a Dios? ¿Rezando?» No había pensado en Dios desde que era un niño, pero me sentía pidiéndole ayuda todo el tiempo, mientras gemía de dolor.Y de repente mi corazón se calmó. Las terminaciones nerviosas dejaron de torturarme. Dejé de temblar y de tener espasmos. Mis manos dejaron de bailar… Me levanté de la acera. Abrí los ojos.
La lucha más grande de mi vida
Después de esta experiencia de oración y de fe reencontrada, Joe escribe: “Comencé mi camino de regreso a casa. Pensé que podría lograrlo. Sería la lucha más grande de mi vida. Sería terriblemente difícil, pero con la ayuda de Dios pensé que podría lograrlo. Podría derrotarme a mí mismo y salir victorioso. Si combatía duramente y rezaba”.
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