"Cuando se da la opción de decidir entre distintas vacunas, se debe preferir aquella vacuna con el menor nexo con líneas celulares derivadas del aborto, siempre y cuando la elección sea posible”, dijeron los obispos en una declaración del 9 de marzo, en la que también resaltaron que vacunarse “puede ser un acto de caridad que reconoce la necesidad de cuidar de los demás”.
La declaración de los prelados se dio luego que el gobierno anunció el 26 de febrero la aprobación de la vacuna de AstraZeneca, así como la versión de esta vacuna fabricada por Verity Pharmaceuticals Inc. y el Serum Institute de la India.
A inicios de marzo, el gobierno canadiense también aprobó la vacuna de Johnson & Johnson.
La vacuna de Johnson & Johnson usó el elemento PER.C6, que de acuerdo a la revista Science es “una línea celular de Janssen, subsidiaria de Johnson & Johnson, desarrollada a partir de células de la retina de un feto de 18 semanas abortado en 1985”.
En contraste, las vacunas de Pfizer y Moderna con el elemento mRNA, tienen una conexión extremadamente remota con el aborto en las fases de diseño y prueba, lo que ha hecho que los expertos en ética las consideren “éticamente no controvertidas”.
Citando a la institución provida Charlotte Lozier Institute, los obispos canadienses dijeron que las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson “usaron líneas celulares derivadas del aborto, en su desarrollo, producción y pruebas de confirmación”.
Sin embargo y citando luego a la Congregación para la Doctrina de la Fe, los obispos recordaron que los católicos pueden aceptar que estas vacunas son “éticamente irreprochables cuando no hay otras vacunas contra el COVID19”.
“Esto significa que, dadas las opciones aprobadas en Canadá, si o cuando se presente la posibilidad de elegir, se debe elegir recibir la vacuna de Moderna o Pfizer, en vez de la de AstraZeneca o Johnson & Johnson”.
Si no se puede elegir, se puede recibir las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson.
Los obispos aclararon que “cuando no se puede elegir o es muy difícil recurrir a las vacunas” de Pfizer o Moderna y “dada la urgencia y teniendo en cuenta otras consideraciones, entonces nada moralmente evita que alguien reciba, en buena conciencia, las vacunas de AstraZeneca o Johnson & Johnson, u otras, que hayan sido aprobadas y que hayan sido desarrolladas, probadas o producidas de manera similar”.
El 21 de diciembre de 2020, la Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano publicó una “Nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra la COVID-19”.
En este documento se explica que “cuando no estén disponibles vacunas COVID-19 éticamente irreprochables (por ejemplo, en países en los que no se ponen a disposición de médicos y pacientes vacunas sin problemas éticos o en los que su distribución es más difícil debido a las condiciones especiales de almacenamiento y transporte, o cuando se distribuyen varios tipos de vacunas en el mismo país pero, por parte de las autoridades sanitarias, no se permite a los ciudadanos elegir la vacuna que se va a inocular) es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la COVID-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción”.
La declaración de los obispos sigue a una serie de pronunciamientos de los obispos de Estados Unidos sobre el tema.
En un comunicado del 2 de marzo, los obispos estadounidenses recordaron lo dicho por la Congregación para la Doctrina de la Fe en diciembre.
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, un grupo de 86 mujeres católicas de 25 países publicaron una carta para oponerse a las que llamaron vacunas contra el COVID-19 “contaminadas con el aborto”.
Entre los firmantes de la carta hay médicos, enfermeras, expertas en bioética, religiosas y activistas provida, como las estadounidenses Abby Johnson y la hermana Deirdre “Dede” Byrne POSC, cirujana y militar retirada.
La declaración también fue firmada por la médica polaca Wanda Półtawska, quien fue víctima de experimentos pseudo-médicos en un campo de concentración nazi cuando tenía poco más de 20 años.
Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA
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