Takeshi Maeda ayudó a hundir el acorazado USS West Virginia. Años después, estrechó la mano de un marinero que sobrevivió al ataque
En 1991, con la llegada del 50.º aniversario del ataque japonés a Pearl Harbor, un funcionario del Ministerio de Asuntos exteriores japonés frustró cualquier posibilidad de que el Parlamento japonés fuera a hacer nada para conmemorar el evento. El final de la Segunda Guerra Mundial había generado una profunda humillación al Imperio japonés y una conmemoración no haría más que aflorar un intensísimo dolor.
El funcionario de Exteriores dio por zanjado todo debate declarando simplemente que quienes estuvieron implicados en el ataque a Hawaii ahora estaban muertos y que, por lo tanto, el tema no merecía más discusión.
En lo que respecta a muchos ciudadanos japoneses, quienes participaron en aquel ataque –y, sin duda, cualquiera que sirviera en el ejército por entonces– bien podrían estar muertos, ya que ignoraban o rehuían a los veteranos, según cuenta Marcus Perkins, un fotógrafo que ha escrito sobre Pearl Harbor.
Sin embargo, algunos de esos veteranos seguían muy vivos y no solo no se encogían de humillación, sino que encontraban formas de convertir la humillación, la vergüenza y los remordimientos en algo fructífero para la vida. Uno de ellos fue Takeshi Maeda.
Nacido en 1921, Maeda se unió a la Armada imperial japonesa en 1938. Tres años más tarde, después de entrenar para un ataque sobre un lugar del que no sabía nada, su avión despegó desde un portaviones en medio del océano Pacífico cargado con un único torpedo. Su avión fue uno de los 350 que acudieron como un enjambre a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Tras su paso, quedaron más de 2.330 estadounidenses muertos y numerosos navíos hundidos o gravemente dañados.
El torpedo que lanzó Maeda, junto con los torpedos de otros nueve aviones, hundió el acorazado West Virginia.
Maeda sirvió durante el resto de la guerra y su largo ejercicio le dio la oportunidad de cambiar su opinión sobre el conflicto. Según escribe Perkins: “En agosto de 1945, fue obligado a sumarse a las filas de la Fuerza especial de ataque de pilotos kamikaze. ‘Había acumulado 3.800 horas de experiencia de vuelo de combate. No podía creer que mis comandantes quisieran desperdiciar todo eso en una única misión’”, dijo Maeda. Como explica Perkins:
Llegados a este punto, se dio cuenta por primera vez de la falibilidad de sus líderes y la temeridad con la que habían tratado las vidas del pueblo japonés. Desde entonces ha mantenido esta opinión. Considera que la decisión de los estadounidenses de emplear armas atómicas contra Japón fue como venganza por el ataque sobre Pearl Harbor. Sin embargo, cree que, en última instancia, el resultado fue salvar más vidas japonesas de las que se perdieron; la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki condujo al emperador Hirohito a instar a su pueblo a rendirse el 14 de agosto, solo dos días antes de cuando Maeda debía realizar su vuelo kamikaze.
Trabajando por la reconciliación
Tras la guerra, Maeda terminó trabajando discretamente para una gran empresa japonesa. Con el tiempo, terminó trabajando para desarrollar la relación entre veteranos japoneses y estadounidenses de Pearl Harbor y se convirtió en miembro del Comité de intercambio cultural entre Japón y Estados Unidos, según escribe Jennifer Popowycz, colaboradora del Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial en Nueva Orleans.
El mismo año que el mencionado funcionario de Asuntos exteriores convenció al Parlamento japonés para que ignorara el 50.º aniversario de Pearl Harbor, Maeda dio un discurso en inglés en un simposio para la Asociación estadounidense de Pearl Harbor en Hawaii. El discurso terminó con unas palabras sencillas pero fuertes: “Pearl Harbor, nunca más”.
Maeda había llevado consigo a un grupo de veteranos japoneses y asistió a la apertura del Museo de aviación de Pearl Harbor.
Además, Maeda continuó manteniendo encuentros con veteranos del ejército estadounidense que habían sobrevivido al ataque –es decir, sus antiguos enemigos– y fomentó iniciativas que promovieran la paz y el entendimiento. Otros dos japoneses que participaron en el ataque, Zenji Abe y Kaname Harada, hicieron lo mismo.
Un esfuerzo no en vano
En 2006, Maeda realizó un “apretón de manos en servicio de la reconciliación” con un superviviente del USS West Virginia, según explica Popowycz. La experta cita al japonés para describir el evento:
Y ahí estaba yo, de forma bastante inesperada, y todo está iluminado y cableado para el sonido, y fue en esa situación cuando, por primera vez en mi vida, me encontré cara a cara con mi homólogo del lado estadounidense. Me contaron que fue tripulante del West Virginia, así que lo primero que dije fue: “Lo lamento mucho”. Lo lamento porque, ya sabes, estoy aquí, alguien que había hundido el navío de este hombre, y por supuesto él está frente a mí como superviviente (…). Pero su respuesta fue: “Bueno, no te lamentes, no tienes nada de qué lamentarte”.
Según escribe Popowycz, “el hombre que estrechaba la mano de Maeda era John Rauschkolb, un guardavía de la armada que (…) tuvo que nadar bajo el combustible en llamas para escapar de las balas que le disparaba un caza Zero japonés. En una entrevista después del evento, Rauschkolb declaró: ‘Nunca he sentido rencor hacia ellos. Estaban haciendo su trabajo. Yo estaba haciendo mi trabajo. Éramos militares. Ellos seguían órdenes. Yo seguía órdenes’”.
Y continúa la colaboradora del museo, Popowycz:
Como parte de sus esfuerzos de reconciliación, Maeda también hizo muchos amigos estadounidenses, muchos de los cuales estaban en el West Virginia el día que él contribuyó a hundirlo. “Pude entablar una relación con algunos de mis homólogos estadounidenses. Los marineros, las tripulaciones, en los buques de la armada estadounidense durante el conflicto del Pacífico, muchas de esas personas se convirtieron en mis amigos”. Richard Fiske, por ejemplo, fue un cornetín de la Armada a bordo del West Virginia y, tras conocer a Maeda, ambos se hicieron íntimos amigos y se visitaban con regularidad hasta la muerte de Fiske en 2004.
Durante una visita a Japón, Maeda ofreció a Fiske una medalla en nombre del Gobierno japonés por trabajar como su homólogo en la facilitación del entendimiento entre veteranos estadounidenses y japoneses. Al celebrar aniversarios anuales en Pearl Harbor y entablar amistad, los veteranos de ambas partes se implicaron activamente en olvidar las tensiones del pasado y crear una nueva forma de recordar la guerra basada en la paz, la comprensión y la absolución.
Cuando Maeda falleció a los 98 años en 2019, era el último aviador japonés superviviente directamente implicado en el ataque a Pearl Harbor. Sin embargo, sus esfuerzos no fueron en vano. En 2016, el primer ministro japonés Shinzo Abe viajó a Pearl Harbor en el 75.º aniversario del ataque. En el memorial del USS Arizona junto con el entonces presidente Barack H. Obama, Abe afirmó: “Ofrezco mis sinceras y eternas condolencias a las almas de aquellos que perdieron la vida aquí, así como a los espíritus de los valientes hombres y mujeres cuyas vidas fueron tomadas por una guerra que empezó en este mismo lugar, como también a las almas de los incontables inocentes que se convirtieron en víctimas de la guerra”.
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