En su discurso dirigido a los presentes, entre los que se encontraban los Superiores de la Congregación para las Iglesias Orientales, el Papa Francisco aseguró que “sin alimentar las raíces toda tradición religiosa pierde fecundidad”.
“De hecho, se produce un proceso peligroso: a medida que pasa el tiempo, uno se centra cada vez más en sí mismo, en su propia pertenencia, perdiendo el dinamismo de sus orígenes. Entonces uno se centra en los aspectos institucionales, externos, en la defensa del propio grupo, de la propia historia y de los privilegios, perdiendo, quizá sin darse cuenta, el sabor del regalo”, advirtió el Papa Francisco.
Utilizando la anécdota del árbol, el Santo Padre aseguró que “sólo si las raíces están bien regadas, el árbol sigue creciendo exuberantemente; de lo contrario, se pliega sobre sí mismo y muere. Esto sucede cuando uno se vuelve complaciente y se contamina con el virus de la mundanidad espiritual”.
El Papa advirtió también sobre el peligro de tener “una vida mediocre y autorreferencial, hecha de arribismo, escalada, búsqueda de satisfacción personal y placeres fáciles”.
También aseguró que “el secreto de la fecundidad es el don de la vida, el Evangelio que hay que poner en práctica con corazón de pastor”.
Más tarde, el Papa recordó al Cardenal Mureşan, -que dentro de unos días cumplirá 91 años-, y resaltó “los años de servicio en el sacerdocio, que comenzó hace casi sesenta años en un humilde sótano, después de que los obispos supervivientes fueran liberados de la cárcel”.
A partir del ejemplo de este anciano Cardenal, el Papa animó a los presentes a ser “pastores pobres en cosas, pero ricos en el Evangelio. Sed así, alegres apóstoles de la fe que habéis heredado, dispuestos a no guardar nada para vosotros y a reconciliaros con todos, a perdonar y a tejer la unidad, superando toda animosidad y victimismo. Entonces su semilla también será evangélica y dará fruto”.
“Después de las raíces, también me gustaría contarles algo sobre el suelo. Mientras estudias, no olvides la buena tierra de la fe. Es la que cultivaron tus abuelos, tus padres, la del pueblo santo de Dios”, explicó el Papa Francisco.
“Mientras te preparas para transmitir la fe, piensa en ellos y recuerda que el Evangelio no se proclama con palabras complicadas, sino en el lenguaje del pueblo, como nos enseñó Jesús, la Sabiduría encarnada. La buena tierra es también la que te hace tocar la carne de Cristo, presente en los pobres, los enfermos, los que sufren, los pequeños y los sencillos, en los que sufren y en los que Jesús está presente”, dijo a continuación.
El Papa Francisco también recordó a los refugiados “de la vecina Ucrania, a los que Rumanía también acoge y ayuda”.
Por último, se dirigió a los alumnos de habla árabe del antiguo Colegio San Efrén, a quienes aseguró que “el hecho de compartir la vida no debe sentirse como una disminución de los rasgos distintivos de cada uno, sino como una fructífera promesa de futuro”.
“Los colegios nacionales, orientales y latinos, no deben ser ‘enclaves’ a los que se vuelve después de la jornada de estudio para vivir como en casa, sino talleres de comunión fraterna, donde se puede experimentar la auténtica catolicidad, la universalidad de la Iglesia. Esta universalidad es el buen aire que hay que respirar para no dejarse arrastrar por los particularismos que frenan la evangelización”, concluyó.
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