Después de la Ascensión del Señor, los Apóstoles, junto con María y varios discípulos, se encontraban en oración, a la espera del Espíritu Santo. En esos días, Pedro invitó a la comunidad a que se pronuncie sobre quién debía reemplazar a Judas:
“Es necesario que uno de los que han estado en nuestra compañía durante todo el tiempo que el Señor Jesús permaneció con nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión, sea constituido junto con nosotros testigo de su resurrección” (Hechos 1, 21-22).
“Se propusieron dos nombres: José, llamado Barsabás, de sobrenombre “el justo”, y Matías. Y oraron así: ‘Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de los dos elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al lugar que le correspondía’. Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, que fue agregado a los once Apóstoles” (Hechos 1, 23-26).
No se sabe mucho más sobre San Matías, pero consta que se mantuvo fiel al Señor hasta el final de sus días.
El Papa Emérito Benedicto XVI, en el año 2006, compartió una hermosa reflexión a partir de la figura de este Santo: “De aquí sacamos una última lección: aunque en la Iglesia no faltan cristianos indignos y traidores, a cada uno de nosotros nos corresponde contrarrestar el mal que ellos realizan con nuestro testimonio fiel a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador".
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