Continuando con sus catequesis acerca de la vejez, el Papa Francisco reflexionó ante los fieles presentes en la Plaza de San Pedro acerca de un pasaje del libro de Judit, “una heroína bíblica”.
El Santo Padre tomó el ejemplo de Judit para animar a ancianos y jubilados a vivir su última etapa de forma plena y explicó que “la perspectiva de la jubilación coincide para muchos con la de un merecido y deseado descanso de actividades exigentes y cansadas”.
“Por supuesto, hay un compromiso, gozoso y cansado, de cuidar a los nietos; pero sabemos que hoy nacen cada vez menos niños, y los padres suelen estar más distantes, más sujetos a los viajes, con situaciones laborales y domésticas desfavorables”, dijo a continuación.
El Papa Francisco lamentó que “a veces son aún más reacios a confiar espacios educativos a los abuelos, concediéndoles sólo aquellos estrictamente relacionados con la necesidad de asistencia”.
“Para los abuelos, una parte importante de su vocación es sostener a los hijos en la educación de los niños”, explicó el Papa Francisco.
Según el Santo Padre, “los pequeños aprenden la fuerza de la ternura y el respeto por la fragilidad: lecciones insustituibles, que con los abuelos son más fáciles de impartir y de recibir. Los abuelos, por su parte, aprenden que la ternura y la fragilidad no son solo signos de la decadencia: para los jóvenes, son pasajes que hacen humano el futuro”.
A continuación, el Papa Francisco explicó que “cuando se piensa en la herencia muchas veces se piensa en los bienes y no en el bien. El bien es la mejor herencia que podemos dejar”, defendió.
“Como ancianos, se pierde un poco la vista, pero la mirada interior se hace más penetrante. Se ve con el corazón. Uno se vuelve capaz de ver cosas que antes se le escapaban”, aseguró el Papa Francisco.
Además, afirmó que “el Señor no encomienda sus talentos solo a los jóvenes y a los fuertes; tiene para todos, a medida de cada uno. La vida de nuestras comunidades debe saber disfrutar de los talentos y de los carismas de tantos ancianos, que para el registro están ya jubilados, pero que son una riqueza que hay que valorar”.
“Esto requiere, por parte de los propios ancianos, una atención creativa y nueva, una disponibilidad generosa. Las habilidades precedentes de la vida activa pierden su parte de constricción y se vuelven recursos de donación: enseñar, aconsejar, construir, curar, escuchar… Preferiblemente a favor de los más desfavorecidos, que no pueden permitirse ningún aprendizaje y que están abandonados a su soledad”, dijo el Papa Francisco.
Por último, el Papa Francisco animó a “uno de estos días la Biblia y leer el libro de Judit y leer esta historia de esta mujer valiente que finaliza su vida con sabiduría y con valentía. Así me gustaría que finalizaran nuestros ancianos”.
Ardiente deseo de pazDespués de la catequesis, el Papa Francisco saludó a los peregrinos de lengua portuguesa, especialmente a aquellos que durante estos días se dirigen al Santuario de Fátima, “llevando a la Virgen las alegrías y preocupaciones de sus corazones”.
“Junto a estos hermanos también nosotros confiamos el ardiente deseo de paz en el mundo a la Virgen María, que nos acoge con su mirada materna”, concluyó.
Al finalizar la Audiencia General, el Papa Francisco se disculpó “porque hoy no podré llegar hasta ustedes, debido a mi rodilla que todavía está mal. Deberán ustedes caminar un poco hacia mí, y os recibiré con la mano en el corazón”.
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