La Iglesia Católica de St. Michael en Rochester, Nueva York, se erige en una ciudad que necesita la presencia de la Iglesia. Sobre el altar se encuentran las imágenes que han sido renovadas por la artista local Arlene Miller.
En una entrevista a National Catholic Register, Miller indicó que ha realizado este trabajo por 18 años y señaló que se involucró en él por accidente, cuando un grupo de su iglesia compró unas estatuas y se le pidió que las restaurara.
La artista resaltó que su vocación es volver a pintar y renovar las estatuas católicas en una época en la que las cosas rotas, y con frecuencia, las personas rotas son desechadas.
Además, señaló que su obra maestra es el pesebre de la iglesia St. Michael, el cual ella misma limpió, restauró con arcilla y pintó hasta capturar la luz de la noche de Navidad, y ahora en cada Misa de Nochebuena, se colocan ante el altar.
Miller indicó que actualmente la gente trae sus estatuas para que ella les dé una nueva vida, pues tienen un significado especial para los dueños, y, sobre todo, atraen a una persona de regreso a la presencia de Dios.
“Te mantienen alerta y te recuerdan ‘Ah, sí, Dios, debo rezarle hoy’”, subrayó.
Al igual que Miller, Sheila Lehman, una pintora y decoradora de interiores en Arcadia, California, descubrió su vocación en la restauración cuando al terminar de trabajar en una estatua de madera pensó “podría hacer esto para siempre”.
Lehman se acercó a las iglesias parroquiales del sur de California y se encontró con un negocio estable, al que llamó “Paint Changes Everything” (La pintura lo cambia todo).
La decoradora indicó que su trabajo más desafiante fue la duodécima estación del Via Crucis de la década de 1920 que se estrelló contra el suelo al romperse el cable que lo sujetaba a la pared de la iglesia.
“Probablemente todavía hoy sea la pieza más difícil que he hecho”, señaló.
Lehman resaltó que uno de los regalos de su trabajo de restauración es estar rodeada de hermosas estatuas mientras realiza su labor en su estudio y señaló que la gente ama cuando ve la imagen en su belleza original.
“Uno está profundamente feliz de hacer que algo sea hermoso de nuevo”, agregó.
Cuando era una niña en el oeste de Pensilvania, la artista Mary Birkos se sentaba en el banco de una iglesia católica y disfrutaba de la belleza de la luz y el color que se encuentran en el templo.
“Era pobre y solía sentarme en la iglesia y mirar todas las bellas obras de arte”, indicó.
A pesar de las dificultades de su familia para pagar los materiales de pintura cuando era pequeña, Birkos encontró una manera de desarrollar su pasión al preguntar a las religiosas de la escuela católica si necesitaban ayuda y, a cambio, le daban pinturas, pinceles y utiles.
Eventualmente, la artista trabajaría pintando, adornando iglesias en todo Pensilvania durante 50 años, y ahora, con casi 60, continúa restaurando estatuas.
Aunque la paga por su trabajo no es alta, Birkos resaltó que “siempre estoy haciendo algo que amo” y agregó que la forma correcta de trabajar en una estatua es la misma que con una pintura.
“El encuentro personal con la belleza en este trabajo es una experiencia espiritual en sí misma”, dijo.
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