La oración no separa de la realidad. "El que reza presenta al Señor las esperanzas y las angustias" de los otros, sobre todo si sufren
«Quien no ama al hermano no reza seriamente. Se puede decir: en espíritu de odio no se puede rezar; en espíritu de indiferencia no se puede rezar», afirmó el Papa Francisco durante la Audiencia General en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano este miércoles 16 de diciembre de 2020.
El Pontífice prosiguió con el ciclo de catequesis dedicado al tema de la oración. En esta ocasión sobre «la oración de intercesión» (Lectura: Ef 6:18-20)».
Para el Papa una auténtica oración solamente «se da en espíritu de amor. Quien no ama finge rezar, o él cree que reza, pero no reza, porque falta precisamente el espíritu que es el amor».
«En la Iglesia, quien conoce la tristeza o la alegría del otro va más en profundidad de quien indaga los “sistemas máximos”. Por este motivo hay una experiencia del humano en cada oración, porque las personas, aunque puedan cometer errores, no deben ser nunca rechazadas o descartadas», añadió.
«Cuando rezamos estamos en sintonía con la misericordia de Dios.»
La oración que se respete no emite juicios
Francisco explicó que cuando un creyente, movido por el Espíritu Santo, reza por los pecadores, «no emite juicios de condena: reza por todos. Y reza también por sí mismo».
«En ese momento – afirmó- sabe que no es demasiado diferente de las personas por las que reza: se siente pecador, entre los pecadores, y reza por todos».
Por eso, destacó, que la lección de la parábola del fariseo y del publicano es siempre viva y actual (cfr. Lc 18,9-14): «nosotros no somos mejores que nadie, todos somos hermanos en una comunidad de fragilidad, de sufrimientos y en el ser pecadores».
« Cualquiera puede llamar a la puerta de un orante y encontrar en él o en ella un corazón compasivo, que reza sin excluir a nadie. »
La oración no es mirarse al espejo con vanidad
El líder de la Iglesia sostuvo que «una oración que podemos dirigir a Dios es esta: “Señor, no es justo ante ti ningún viviente (cfr. Sal 143,2)».
«Y con este espíritu la oración es fecunda, porque vamos con humildad delante de Dios a rezar por todos. Sin embargo, el fariseo rezaba de forma soberbia: “Te doy gracias, Señor, porque yo no soy como esos pecadores; yo soy justo, hago siempre…”. Esta no es la oración: esto es mirarse al espejo, a la realidad propia, mirarse al espejo maquillado de la soberbia.
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La cadena de oración
Para el Papa, el mundo va adelante gracias a esta cadena de orantes que interceden, y que son en su mayoría desconocidos… ¡pero no para Dios! Hay muchos cristianos desconocidos que, en tiempo de persecución, han sabido repetir las palabras de nuestro Señor: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34)».
El buen pastor permanece fiel también delante de la constatación del pecado de la propia gente: el buen pastor continúa siendo padre también cuando sus hijos se alejan y lo abandonan».
«Todos necesitamos interioridad: retirarnos en un espacio y en un tiempo dedicado a nuestra relación con Dios. Pero esto no quiere decir evadirse de la realidad. »
Practicar la oración de intercesión
El Papa animó a perseverar en la oración y no cerrar el corazón delante de quien quizá nos ha hecho sufrir.
«La Iglesia, en todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión, intercede por los otros. En particular tiene el deber quien está en un rol de responsabilidad: padres, educadores, ministros ordenados, superiores de comunidad…
Como Abraham y Moisés, a veces deben “defender” delante de Dios a las personas encomendadas a ellos. En realidad, se trata de mirar con los ojos y el corazón de Dios, con su misma invencible compasión y ternura. Rezar con ternura por los otros».
Por último, indicó, «todos somos hojas del mismo árbol: cada desprendimiento nos recuerda la gran piedad que debemos nutrir, en la oración, los unos por los otros. Recemos los unos por los otros: nos hará bien a nosotros y hará bien a todos».
Al final, recordó que mañana la Iglesia comienza los días mayores de Adviento, y la liturgia se centra con mayor énfasis en la preparación de la Navidad. «En estos días tan especiales, los animo a dedicar más tiempo a la oración de intercesión: recemos con mayor intensidad pidiendo unos por otros, en particular por los que más sufren. Que Dios los bendiga».
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