El Santo Padre reclamó una oportunidad para la paz y la esperanza en el Líbano, por lo que exigió que se deje de utilizar a este país, y a la región de Oriente Medio para intereses particulares.
“¡Basta de utilizar al Líbano y Oriente Medio para intereses y beneficios ajenos! Es necesario dar a los libaneses la oportunidad de ser protagonistas de un futuro mejor, en su tierra y sin injerencias indebidas”, expresó.
El Papa aseguró llevar el Líbano “en el corazón” y repitió su deseo de visitar el país. En su discurso afirmó que el grito evangélico de “¡Señor, ayúdame!” “se ha convertido en el de todo un pueblo, el libanés, decepcionado y agotado, necesitado de certidumbre, esperanza y paz. Con nuestra oración hemos querido acompañar este grito”.
El Obispo de Roma pidió no darse por vencidos. “No nos cansemos de implorar al Cielo esa paz que los hombres tienen dificultad de construir en la tierra. Pidámosla con insistencia para Medio Oriente y para Líbano”, alentó.
El Pontífice subrayó que el “Líbano es un pequeño gran país, pero es más que eso: es un mensaje universal de paz y fraternidad que se eleva desde Oriente Medio”.
Aseguró que el “Líbano es, y debe seguir siendo, un plan de paz. Su vocación es ser una tierra de tolerancia y pluralismo, un oasis de fraternidad donde diferentes religiones y confesiones se encuentran, donde conviven diversas comunidades anteponiendo el bien común a las ventajas particulares”.
El Papa Francisco se dirigió a los ciudadanos del Líbano, a sus dirigentes políticos, a los libaneses de la diáspora y a los miembros de la comunidad internacional.
A los ciudadanos libaneses les pidió que no se desmoralicen: “No perdáis el ánimo, encontrad en las raíces de vuestra historia la esperanza de florecer nuevamente”.
A los dirigentes políticos les hizo un llamado a que “de acuerdo con vuestras responsabilidades, encontréis soluciones urgentes y estables a la actual crisis económica, social y política, recordando que no hay paz sin justicia”.
A los libaneses de la diáspora les pidió que pongan “al servicio de vuestra patria las mejores energías y recursos de que disponéis”.
Por último, a los miembros de la comunidad internacional les pidió que, “con vuestro esfuerzo común, que se den las condiciones para que el país no se hunda, sino que emprenda un camino de recuperación. Esto será un bien para todos”.
A continuación, el Pontífice se refirió a la responsabilidad de la comunidad cristiana en la construcción de la paz en el Líbano y en Oriente Medio: “Como cristianos, hoy queremos renovar nuestro compromiso de construir juntos un futuro, porque el porvenir será pacífico sólo si será común”.
“Los cristianos estamos llamados a ser sembradores de paz y artesanos de fraternidad, a no vivir de rencores y remordimientos pasados, a no huir de las responsabilidades del presente, a cultivar una mirada de esperanza hacia el futuro. Creemos que Dios nos muestra una sola dirección para nuestro camino: la de la paz”.
En ese contexto, se dirigió a la comunidad musulmana del Líbano y de Oriente Medio. “Aseguramos a nuestros hermanos y hermanas musulmanes y a los de otras religiones nuestra apertura y disposición para colaborar en la construcción de la fraternidad y la promoción de la paz”, afirmó.
El Santo Padre concluyó su discurso pidiendo “que la noche de los conflictos se desvanezca y surja un amanecer de esperanza. Que cese el rencor, desaparezcan las discordias y Líbano vuelva a irradiar la luz de la paz”.
La Jornada de Oración para la paz en el Líbano comenzó en Roma en la mañana de este jueves 1 de julio.
El Papa recibió a los responsables de las comunidades cristianas y a los miembros de las delegaciones en la Casa Santa Marta a las 8:30 am. A continuación, los participantes se dirigieron a la Basílica de San Pedro donde rezaron el Padre Nuestro ante el Altar de la Cátedra.
Tras el breve rato de oración, el Papa y los líderes cristianos libaneses bajaron junto a la tumba de San Pedro para venerar las reliquias del apóstol.
Finalizada la oración con que dio comienzo la Jornada, los participantes dieron comienzo a las sesiones de trabajo en la Sala Clementina del Vaticano.
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