Los pícaros orígenes de la Virgen del Pilar de Quito

La imagen fue copiada del original zaragozano, bajo cuerda, aprovechando que el rey Felipe IV había encargado una réplica para su reina Mariana de Austria

Los caminos del Señor son inescrutables, y los de la Virgen del Pilar, a veces, también. Así lo revela un estudio que se publicará próximamente sobre la imagen que se exhibe en la parroquia de San Francisco, en Quito (Ecuador), y que desvela una historia bastante insólita y muy poco conocida.

Y es que la copia fue realizada en 1650, a escondidas, aprovechando un encargo del rey Felipe IV para su esposa del momento Mariana de Austria.

La singularidad de la imagen que puede verse en Quito, y la historia de sus orígenes, está recogida en el libro Varones ilustres de la orden seráfica en el Ecuador, publicado a finales del siglo XIX.

Allí puede encontrarse una carta de 1650 de Pedro Manero en la que explica “lo singular que tiene la imagen” para que “con mayor veneración le den culto y reverencia”.

Que se sepa la verdad

Manero era vice comisario general de la orden de San Francisco y su carta está destinada a Joseph Maldonado, comisario general de las Indias.

El objetivo es dar testimonio de cómo y en qué circunstancias se realizó la copia, para que se sepa “la verdad», pues el autor de la misiva fue testigo de los hechos que cuenta.

QUITO

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Y los hechos son que el canónigo de la catedral de Zaragoza y consultor del Santo Oficio, Pedro Gerónimo Hernández Sedeño, recibió el encargo del rey para realizar una copia perfecta de la imagen.

Para ello, el rey solicitó “que se desnudase la Santísima Virgen y la columna o pilar para que un oficial y maestro insigne en escultura la copiase con toda propiedad, por el consuelo que tendría la reina nuestra señora de tener en su capilla una verdadera copia de aquella santa imagen de quien era singular devota”.

Así lo explica el propio canónigo en un escrito que se incorpora a la carta como refuerzo del testimonio de Manero.

Todo se hizo tal y como mandó el rey, y como atestigua Sedeño:

“Me hallé presente al tomar la medida del pilar en la longitud, latitud y rotundidad, y, asimismo, de la santa imagen que está en la columna, y del dibujo que se sacó del rostro de la Virgen y de su santísimo hijo”.

Trato secreto

Todo se hizo conforme a lo ordenado, salvo en un pequeño detalle, que él mismo relata:

“Y viendo que esta era una ocasión tan singular que no hay memoria en los papeles de la Iglesia que se haya permitido otra vez sacar copia semejante, y que la Iglesia no dará permiso que se haga sino es a instancia y petición del rey Nuestro Señor, u obedeciendo algún mandato del Sumo Pontífice me quise valer de la ocasión”.

Y así, “con muchos ruegos e instancias, solicité al maestro de la obra para que, con todo secreto y silencio, hiciese para mí un tanto como el que sacaba para Su Majestad, lo cual conseguí”.

La imagen resultante de esta ‘confabulación silenciosa’ entre el artista y el canónigo, “la joya de mi devoción que más estimo”, es la que se remitió como regalo a Joseph Maldonado.

Una historia olvidada

Todo el documento y la carta misma no hace más que explicar y resaltar el valor de una imagen que el comisario general de las Indias recibe por la devoción que este ha manifestado siempre hacia el santuario de la Virgen del Pilar de Zaragoza.

Una vez transcrito el testimonio de Hernández Sedeño, Pedro Manero refuerza la misiva con el suyo propio.

Y deja constancia de que la imagen que Maldonado envía a Quito le fue entregada por el canónigo de la catedral en estas especiales circunstancias “porque todos le den la veneración debida como a copia que parece entallada en su mismo original”.

El documento es prolijo en detalles, como se ve, y revela que no se trata de una historia escondida.

Al contrario, fue conocida desde el principio por los fieles de Ecuador, y, además, se publicaron los documentos en el libro mencionado.

Pero sí se trata de esas historias perdidas en el tiempo, y muy poco conocidas en la actualidad.

Copia muy cercana a la original

La historiadora Carmen M.ª Fernández Salvador, profesora de la Universidad de San Francisco de Quito, va a rescatarla en el estudio con el que contribuye a una próxima publicación monográfica colectiva dedicada al mundo de las reliquias y que va a editar Akal.

Y es que “la copia de la Virgen del Pilar está concebida como una reliquia en sí misma pues, en cierto modo estuvo en contacto con la original”, asegura la historiadora ecuatoriana.

Fernández Salvador forma parte de un grupo de trabajo universitario internacional que lleva años dedicado al estudio de las reliquias, desde sus distintas vertientes y perspectivas.

Este grupo está en el origen de la exposición ‘Extraña devoción’, que puede verse hasta finales de agosto en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Franciscanos vs. jesuitas

La llegada de la imagen-reliquia, y las pequeñas intrigas que le acompañan, debe enmarcarse en la disputa interna de los franciscanos y los jesuitas por el liderazgo de la evangelización en América, en opinión de Fernández Salvador.

“Hay una competencia entre órdenes religiosas por el trabajo misionero que se traduce a la competición por el adorno de las iglesias y su dotación con reliquias”, explica.

La razón de esa disputa es que, habiendo sido los franciscanos los pioneros en la evangelización del Amazonas, posteriormente son los jesuitas los que terminan apropiándose del liderazgo.

Hay que añadir que los jesuitas, por la cercanía a Roma que les brinda su voto de obediencia al Papa, tenían especiales facilidades para conseguir reliquias, como explica Elena Alcalá, investigadora de la Universidad Autónoma, y miembro del mismo grupo de trabajo antes citado:

“A finales de los siglos XVI y XVII se produce una masiva llegada a Perú, Nueva España y otros lugares de reliquias de los primeros cristianos mártires desde Roma. Sabemos que muchas llegaban de mano de los jesuitas por las magníficas fiestas públicas que organizaban para celebrarlo y que están documentadas”. 

En este contexto, la llegada de la “copia y trasunto’ de la Virgen del Pilar debe concebirse como un ‘punto’ para los franciscanos.

Destino final: Quito

“La copia de la imagen es toda una operación”, bromea Carmen Fernández, a la que todavía hoy sorprende la extraordinaria meticulosidad del trabajo realizado.

“Se toman las medidas exactas de la Virgen y de la columna, se desnuda la imagen…”

La réplica terminará en la iglesia de San Francisco de Quito, en el retablo de Santa Marta, ligado a la Orden Tercera.

Con posterioridad el retablo se irá enriqueciendo con la llegada de otras reliquias, la mayoría minúsculas, que se guardan en pequeños receptáculos dentro del conjunto. Y allí sigue la Virgen del Pilar. Sorprendiendo a los visitantes y protegiendo a los fieles.

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