Ahí donde todo encaja

Mi ausencia y mi presencia, todo influye, mis actos y omisiones, mis palabras y mis silencios... Todo se entreteje en una obra de arte que Dios quiere hacer conmigo

Todo está relacionado. Mis decisiones siempre afectan a otras personas, lo quiera o no lo quiera. Todo influye. Lo que oigo, lo que veo, lo que hago, lo que siento.

Todo se entreteje en un tapiz complejo que muestra por un lado la confusión de los hilos y por otro la belleza de un paisaje.

No controlo lo que ocurre y todo me afecta. Pero yo decido cómo reacciono y cómo acepto en mi corazón lo que pasa a mi alrededor. Leía el otro día:

«Aunque mi vida había sido moldeada por acontecimientos que escapaban a mi control, era yo quien había decidido reaccionar ante ellos como lo había hecho».

Lucinda Riley, Matilde Fernández, Sheila Espinosa, Las siete hermanas 1: La historia de Maia
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Todo está conectado

Soy dueño de mis reacciones desde mi debilidad. Lo que hago con mi vida tiene un peso poderoso en los que me rodean.

Como las olas del mar que lamen la orilla de mi alma llevándose algo de arena con su paso.

Se van y regresan acariciando mi alma mientras yo me quedo mirando el cielo, el inmenso mar, esa línea tenue desdibujada en la distancia donde parecen unirse y confluir cielo y mar.

Y yo tan pequeño en medio de una inmensidad que me supera y rompe mis barreras, mis ritmos y vence mis miedos una fuerza interior que desconocía.

Yo puedo elegir

Di XanderSt|Shutterstock

Poseo dentro de mí más fuego del que pensaba. Puede que intente contenerlo con una coraza para que nadie rompa el infinito descanso que mi alma desea.

Los miedos no me impedirán nunca dar los pasos valientes en medio del oleaje. Lo he decidido.

Con esa decisión valiente e impulsiva, algo inconsciente, de los que piensan que nada tienen que perder.

Y he aceptado mi papel protagónico en esta historia de mi vida. Mis sueños se realizan sin yo poder dejar de soñarlos.

Y mis decisiones, benditos saltos de audacia, me han hecho lo que soy, mejor de lo que era.

Me llevan de la mano

REACH

Jurij Krupiak | Shutterstock

No quiero dejar de buscar a Dios dentro de mi alma, en la calma del mar, en la paz de sus olas, en las que se mece al viento todo lo que crece dentro de mí, a ritmo lento.

Y toco a Dios en los pliegues de mi corazón, caminante y peregrino, mi fiel amigo. Sin dejarme llevar por mis incongruencias y temores. Sin dejar de pensar que soy un pobre hombre llevado por la vida.

No me distraigo y pienso que es Él el que me lleva de la mano. Comenta el padre José Kentenich:

«Porque hoy hay muchos más estímulos en el mundo, nos resulta más difícil que antes caminar con Dios a través del quehacer cotidiano, la Santísima Virgen debe ayudarnos en el cenáculo a cultivar el vivir en la presencia de Dios».

J. Kentenich, Lunes por la tarde,Tomo 2: Caminar con Dios a lo largo del día

María se ha venido a caminar conmigo para que aprenda a hablar con el Dios de mi camino, en medio de silencios llenos de presencia.

La paz de saberme amado

MOM HUGS SON,

CC7 | Shutterstock

Y anhelo esa paz que sólo deja Él cuando me dice que no me olvida y me quiere más que a nadie.

Soy su hijo predilecto, lo sé, lo he escuchado. Y por eso tengo paz. Haga lo que haga, tengo paz. Para ello me alejo de aquello que me hace daño, como decía san Juan XXIII:

«Me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión».

Sí, me lo tomaré con calma cada vez que tenga que discernir, sin prisas. Y cuando lo vea claro, llegará el momento y me pondré en camino.

No me quedaré pensando en otros posibles caminos, en otras posibles decisiones. Lo decidido es lo correcto. Esa máxima siempre me ha dado paz.

Lo decidido, bien decidido está

La decisión correcta es la que he tomado. Sobre todo cuando las dos podrían haber estado justificadas en aquel momento.

Pero la que Dios quiso es la que fui capaz de ver en con claridad, con lo que sabía, con lo que estaba pasando. En el silencio de mi alma que abrazaba a Dios con ternura.

Y no caí en esa indecisión que me puede atormentar, cuando el miedo me paraliza y el odio al error frena mis pasos.

Está bien lo que he hecho, Dios así lo ha querido. Construyo sobre los cimientos que yo mismo, con Dios, he ido colocando.

Y asumo que soy mejor persona ahora que antes. Que dejé mis inmadureces de un día y me hice más hondo en el fragor de la batalla.

Y asumí mi debilidad como camino de vida. Y mis heridas como fuentes de la que beber sin miedo a ser otra vez herido.

Todo encaja en el corazón del Padre

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Todo se ve, es visible, lo que soy y lo que sufro. Lo que amo y lo que pienso. Todo tiene su repercusión en este mundo en el que vivo, en las personas a las que amo, en aquellos que han caminado conmigo una parte del camino, en los que lo hacen ahora.

Mi ausencia y mi presencia, todo influye. Mis actos y omisiones, mis palabras y mis silencios. Todo se entreteje en una obra de arte que Dios quiere hacer conmigo.

De su mano voy sabiendo que muchos de mis actos quedarán ocultos en el corazón de Dios. Él conoce todo lo que vivo.

A Él le importa realmente lo que sufro y lo que amo. Él tiene acceso a mi alma, con su fragilidad y su belleza.

De esta forma va cuidando a su hijo para que todo encaje en su corazón de Padre. Él sabrá lo que desea hacer con mi vida.

Yo me dejo llevar de su mano como un niño. Mientras las olas siguen meciendo el mundo. Entre un romper y un volver a surgir de entre las aguas.

Acariciando la arena de mis playas y calmando las penas y los miedos. Despertando la alegría, haciendo nacer una vida nueva.

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