Se trata del denominado Pescado de san Andrés, una bonita tradición de la Tuscia, que nos recuerda otras tradiciones típicas del cristianismo, como los Reyes Magos y el huevo de Pascua.
Según la tradición, es el mismo apóstol que deja el rico chocolate a los niños que se portaron bien.
Los pequeños en la noche del 29 dejan un plato vacío cerca de la ventana, y por la mañana se encuentran con este dulce regalo en forma de pez ahuecado. En su interior se coloca una sorpresa.
La simbología del pez
El pez es un símbolo muy importante para el cristianismo. Los primeros cristianos lo usaban para denominar a Cristo (Ichtus). Lo podemos ver dibujado en varios muros de las catacumbas.
También tiene mucho que ver con el apóstol Andrés que murió en una cruz en forma de X. Él, como su hermano Simón Pedro, era pescador.
Uno de los primeros que escucharon las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. (Jn 1,40).
Cinco panes y dos peces
Más tarde en los evangelios volvemos a encontrar a Andrés quien encuentra a un niño en medio de la multitud con hambre que escuchaba a Jesús. Este niño tenía cinco panes de cebada y dos pescados.
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El apóstol se los presentó a Jesús que, sin preocuparse, los multiplicó para alimentar a los que estaban allí hasta saciarse.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?» (Jn 6, 8-9)
Tomando todos estos elementos la iglesia de San Andrés en Pianoscarano, uno de los barrios más antiguos de Viterbo, da inicio a esta curiosa tradición en el siglo XII, que se hace viva hasta nuestros días.
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