Otra de las tentaciones cuando estamos sufriendo son los pensamientos de culpa que pueden derribarnos aún más y hacernos olvidar la infinita misericordia de Jesús.
Todo cristiano sabe que el mayor progreso en la virtud se da en los momentos de aridez. Es verdad que es un estado triste porque muchas veces estos sufrimientos son consecuencias de nuestros actos errados, pero una vez más la Santa nos dice que no nos desanimemos.
Si reconoces tus errores, tómalo como una oportunidad para tu conversión: “Pide perdón, haz un acto de reparación y promete a Jesús que, de ahora en adelante, pondrás más atención en evitar todo lo que pueda disgustarlo.”
Cuando vemos nuestras miserias, podemos llevar nuestra alma a la práctica de la humildad, la penitencia, a la reforma completa de nuestra vida, pero “si nos quedamos en el despecho, desconsuelo o desánimo, nos hacemos daño”.
La beata nos dice: “Lloremos porque somos miserables, pero que nuestro llanto siempre esté acompañado por el firme propósito de cambiar para mejor nuestra vida, practicando la humildad y confiando siempre en la divina misericordia”.
Jesús te ama: contempla la bondad divina
Otros de los sentimientos más frecuentes en los momentos difíciles es ver todo lo malo, como si una fuerza nos empujara a quedarnos en un sitio oscuro siendo incapaces de ver la bondad que nos rodea en medio del sufrimiento.
Para evitar esto, la beata nos anima a poner la mirada en el Corazón de Jesús, que es un corazón que nos ama. El amor es esa fuerza que nos impulsa a reconocer lo bueno, aun en medio del caos. Y es que incluso las situaciones desafiantes esconden gracias ocultas.
La santa nos dice: “Debes comenzar poco a poco y con suavidad, confiando ilimitadamente en el divino Corazón de Jesús que te llama diciendo: ‘Vengan a Mí todos ustedes que están cansados y agobiados y Yo los aliviaré. Todos ustedes, que tienen sed, vengan a la fuente.’”
Y afirma: “No ceses de repetir con la mente y el corazón esta breve oración:
«Sangre y Llagas de mi Jesús, sean mi fuerza, mi sostén, mis armas en los combates espirituales, morales, físicos y temporales. Sean mis victorias, mis méritos y mis virtudes.”
Realizado este acto y repitiéndolo varias veces al día, “esfuérzate y estudia con toda la firmeza posible, sea interna como externamente, para aproximarte con todas las potencias de tu alma a las cosas que te estimulan y te hacen apreciar siempre más la bondad, la amabilidad y la infinita caridad de Jesús.”
Jesús te guía: busca descanso en la Cruz
Muchas veces cuando buscamos un rumbo en momentos de crisis, la tendencia es la de poner el foco en uno mismo. Nos estresamos más en nuestro “ruido” escuchando opiniones, cuando en realidad eso no hace más que abrumarnos más y generarnos mucha ansiedad.
En este sentido, la santa nos recuerda que la clave “es saber negarse a uno mismo en todo tiempo y en cada cosa”. Ir a ese lugar de descanso “a los pies de Jesucristo” y escuchar aquello que nos dice en un “silencio santo”. Solo buscándolo con sinceridad -y no a nosotros mismos-, es cuando podemos encontrarlo en lo más íntimo de nuestra alma.
Uno de los obstáculos para tener paz es la ansiedad que asumimos cuando “sujetamos el espíritu arrastrándolo detrás de una u otra cosa, imponiéndole a Dios que nos conduzca por el camino que queremos, y esforzándonos a caminar hacia donde nos lleva nuestra imaginación, con la ilusión de que estamos haciendo su Voluntad”.
“Esto no es otra cosa que buscar a Dios huyendo de Dios, porque no se puede encontrar a Dios poniendo términos o límites con nuestra imaginación, ya que Él es infinito”. Deja guiarte y donde Él se te manifieste, deja todo y no vayas más allá de lo que te está permitido; olvida todo lo demás y reposa en Jesús”. Que tu esfuerzo sea permanecer con Él en la Cruz.
Si Jesús ha pasado por la Cruz más grande, intenta imitarlo en todo lo que te sea posible. Abraza la Cruz, con la cual Él se ha entregado por ti que eres su amigo y recuerda “que espera de ti este arrojo filial y confidente de todo tu ser para hacer tu alma aguerrida, para purificarla y darle una fuerza hercúlea en el Océano de su purísimo y divino Corazón.”
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