Un padre salva a su hijo de la guerra: “Dame el fusil a mí”

José Antonio tomó a su mujer y a su hijo y buscaron cómo abandonar Ucrania de la forma más rápida posible. Un guardia descubrió que el hijo acababa de cumplir 18 años. Estaba llamado a filas.

Ley marcial. Ucrania ha decretado una ley marcial, por la que todos los hombres entre 18 y 60 años tienen prohibido abandonar el país para alistarse en el ejército que debe combatir a las tropas rusas que tratan de invadir el país. Su hijo cumplió los 18 hace solo unos días. Él era consciente de que llegar a Polonia sin que fuera descubierto iba a ser una misión complicada.

Controles paramilitares

Lo primero, fue conseguir que su familia entrase en el convoy de la delegación española, escoltados por los GEO de la policía española. El segundo escollo eran los “puntos calientes”, es decir, los controles de los grupos paramilitares. “«Cada tres o cuatro kilómetros intervenían los vehículos privados para sacar a la fuerza a los niños que hubieran cumplido los 18 años para incorporarlos a filas y luchar en la resistencia”. Tuvieron suerte.

El momento clave: la frontera

Por fin veía las luces de Polonia. Con un nudo en el estómago se acercaba a la frontera. Estaba muy nervioso. En el puesto de control, un agente les pidió los pasaportes. Su cara cambió completamente: “Cuando introdujeron el pasaporte y saltó la alarma de que mi hijo tiene que hacer la mili, nos encontramos a un sargento armado hasta los dientes que lo hizo bajar del vehículo. Le dijo que tenía edad para luchar y que tenía que coger una kaláshnikov”, recuerda José Antonio aguantando las lágrimas. Y añade: “Si él o mi mujer se quedaban, yo me iba a quedar con ellos en la frontera y no sé qué hubiera pasado».

Cambiarse por su hijo

En ese momento, su preocupación era poner a salvo a su familia. Instintivamente actuó, decidió sacrificarse por su familia, por su hijo, para posiblemente salvarle la vida. “Yo le dije que si lo que necesitaba era alguien para luchar, que me diera el fusil a mí y que a mi hijo le dejase marchar. Gracias a la mediación de la embajada y a que ese hombre tendría algo de corazoncillo nos dijo que subiéramos al autobús y que saliéramos ya”. José Antonio está eternamente agradecido a ese agente que “se portó maravillosamente bien”.

Impactado por lo visto en la frontera

Ya están en España, llegaron ayer al aeropuerto de Madrid-Barajas. Pero el recuerdo de lo que han visto en la frontera les pesa en el alma. «En la frontera se han quedado muchísimos niños. Más de 400 niños a las tres de la madrugada, cuando estábamos pasando, se encontraban ahí como un pequeño rebaño. Pero no son niños como los que estamos acostumbrados a ver sufrir en televisión, eran críos rubios con los ojos azules. Están todavía ahí, bloqueados, y no sé qué va a ser de ellos mientras intentan llegar a Polonia».

Atrás ha dejado la guerra, pero el recuerdo de lo que ha vivido no se le borrará nunca: «Lo que se puede vivir con el ruido de las sirenas, con los bombardeos, con no saber si te va a caer encima… es impresionante. En España podríamos verlos llegar pero allí no. Allí hay una masa de nubes y cuando escuchas las sirenas ya no sabes si te van a caer a ti o no porque las bombas se ven en el último segundo».

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