Hoy hace 35 años San Juan Pablo II publicó su encíclica sobre la Virgen María

, 25 Mar. 22 (ACI Prensa).- Un día como hoy –cuando el mundo aguarda la consagración que el Papa Francisco hará de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María– en la Solemnidad de la Anunciación del Señor de 1987, el Papa San Juan Pablo II publicó su encíclica Redemptoris Mater (La Madre del Redentor), sobre la “bienaventurada Virgen María en la vida de la Iglesia peregrina”.

“La Madre del Redentor tiene un lugar preciso en el plan de la salvación, porque ‘al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, para que recibieran la filiación adoptiva”, escribió el Papa peregrino al inicio de su encíclica publicada el 25 de marzo de 1987, hace 35 años.

San Juan Pablo II explicó que escribió su encíclica mariana motivado por la perspectiva del año dos mil, en el que “el Jubileo bimilenario del nacimiento de Jesucristo orienta, al mismo tiempo, nuestra mirada hacia su Madre”.

El documento pontificio está dividido en tres partes: María en el Misterio de Cristo, La Madre de Dios en el centro de la Iglesia Peregrina; y Mediación Materna.

Entre otros puntos, San Juan Pablo II resalta el papel crucial de la Virgen María en la vida de la Iglesia y el mundo; a partir de las reflexiones que hizo sobre ella el Concilio Vaticano II, el evento más importante de la historia eclesial en el siglo XX.

Pese a haber sido escrita hace 35 años, la encíclica mariana aún conserva toda su actualidad.

“En este tiempo de vela María, por medio de la misma fe que la hizo bienaventurada especialmente desde el momento de la anunciación, está presente en la misión y en la obra de la Iglesia que introduce en el mundo el Reino de su Hijo”, escribió el Papa polaco.

“Esta presencia de María encuentra múltiples medios de expresión en nuestros días al igual que a lo largo de la historia de la Iglesia".

"Posee también un amplio radio de acción; por medio de la fe y la piedad de los fieles, por medio de las tradiciones de las familias cristianas o ‘iglesias domésticas’, de las comunidades parroquiales y misioneras, de los institutos religiosos, de las diócesis, por medio de la fuerza atractiva e irradiadora de los grandes santuarios, en los que no solo los individuos o grupos locales, sino a veces naciones enteras y continentes, buscan el encuentro con la Madre del Señor, con la que es bienaventurada porque ha creído; es la primera entre los creyentes y por esto se ha convertido en Madre del Emmanuel”.

San Juan Pablo II destacó que “este es el mensaje de la tierra de Palestina, patria espiritual de todos los cristianos, al ser patria del Salvador del mundo y de su Madre. Este es el mensaje de tantos templos que en Roma y en el mundo entero la fe cristiana ha levantado a lo largo de los siglos”.

“Este es el mensaje de los centros como Guadalupe, Lourdes, Fátima y de los otros diseminados en las distintas naciones, entre los que no puedo dejar de citar el de mi tierra natal Jasna Gora”, en Polonia.

El Papa peregrino resaltó que “tal vez se podría hablar de una específica a ‘geografía’ de la fe y de la piedad mariana, que abarca todos estos lugares de especial peregrinación del Pueblo de Dios, el cual busca el encuentro con la Madre de Dios para hallar, en el ámbito de la materna presencia de ‘la que ha creído’, la consolidación de la propia fe”.

En efecto, “en la fe de María, ya en la anunciación y definitivamente junto a la Cruz, se ha vuelto a abrir por parte del hombre aquel espacio interior en el cual el eterno Padre puede colmarnos ‘con toda clase de bendiciones espirituales’: el espacio ‘de la nueva y eterna Alianza’”.

“Este espacio –aseguró San Juan Pablo II– subsiste en la Iglesia, que es en Cristo como ‘un sacramento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano’”.

San Juan Pablo II fue un gran enamorado de la Virgen María, a quien le dedicó su lema pontificio: Totus Tuus (Todo tuyo).

Además, el Papa peregrino siempre agradeció a la Virgen María, en su advocación de Fátima, por haber sobrevivido al atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro.

Puede leer la encíclica Redemptoris Mater AQUÍ.

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