Por eso, añade, “vale la pena trabajar por el autodominio, por el respeto al otro”.
El prelado propone a San Pelagio, patrono del seminario diocesano, como ejemplo de ejercicio martirial de la castidad, “virtud que no ha estado nunca de moda y menos en nuestros días”.
Este santo era sobrino de Hermoigio, Obispo de Tuy, en el noroeste de España. Ambos fueron capturados por las tropas de Abderramán III en la batalla de Valdejunquera el año 920, a 25 kilómetros de Pamplona.
Luego de tres años de presidio, el prelado fue liberado, pero no así Pelagio, a quien, al parecer, el Califa de Córdoba proponía tener contactos sexuales a cambio de riquezas, si además renunciaba a su fe.
Pelagio rechazó las propuestas apóstatas y deshonestas de Abderramán III, lo que le valió un martirio terrible: fue desmembrado y arrojado al río Guadalquivir en 925.
La sexualidad, detalla el Obispo de Córdoba, “no es para el placer, sino para expresar el amor verdadero”.
Tabúes y destrucción“Es un don de Dios, pero desintegrada es una bomba que explota en manos del que abusa de ella”, subraya.
A su juicio, por el camino de “la sexualidad mal empleada vienen los abusos, las extorsiones, las explotaciones, las adicciones más escondidas y más destructivas”.
El Obispo de Córdoba añade que aunque la cultura occidental actual “se precia de haber superado tabúes y represiones”, sin embargo vivimos una época “en la que más que nunca se emplea la sexualidad no para el amor, sino para la destrucción propia y ajena”.
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