Durante el rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre reflexionó acerca del Evangelio del día, en el que Jesús repite tres veces a sus discípulos: "No tengan miedo" (Mt 10,26.28.31).
En esta línea, indicó que para Jesús: “Lo que cuenta es no desperdiciar el mayor bien: La vida. No desperdiciar la vida. Solo esto debe asustarnos”.
A continuación, el Santo Padre invitó: “Preguntémonos entonces: Yo, ¿de qué tengo miedo? ¿De no tener lo que me gusta? ¿De no alcanzar las metas que la sociedad impone? ¿Del juicio de los demás? ¿O más bien, de no agradar al Señor y de no poner en primer lugar su Evangelio?”.
Los ídolos de la eficacia y el consumismo
El Papa afirmó que todo conlleva “cierta renuncia frente a los ídolos de la eficacia y el consumismo”.
De este modo, recordó que hoy se desecha la vida de las personas: “Pensemos en los últimos, a menudo tratados como material de descarte y como objetos no deseados”.
“Permanecer fiel -precisó el Pontífice- a lo que importa es costoso; cuesta ir contracorriente, liberarse de los condicionamientos del pensamiento común, ser apartado por los que “siguen la moda”.
Las persecuciones y la violencia
Por otro lado, en su predicación explicó que Jesús habló de las persecuciones que tendrán que soportar sus discípulos por causa del Evangelio.
Destacó que “parece paradójico: el anuncio del Reino de Dios es un mensaje de paz y de justicia, fundado en la caridad fraterna y en el perdón y, sin embargo, encuentra oposición, violencia y persecución”.
A pesar de esto, instó a no temer: “No porque todo irá bien en el mundo, sino porque para el Padre somos preciosos y nada de lo que es bueno se perderá. Por eso nos dice que no dejemos que el miedo nos detenga”.
Luego indicó que el “verdadero miedo que hay que tener es el de desechar la propia vida”. En este sentido, señaló la “imagen que Jesús utiliza” en el Evangelio: “La del Valle ‘Gehenna’, que “era el gran vertedero de basura de la ciudad” de Jerusalén.
Tener miedo a desperdiciar la vida
Insistió para que los fieles no tengan tanto “miedo a sufrir incomprensiones y críticas, a perder prestigio y ventajas económicas por permanecer fieles al Evangelio, sino a desperdiciar la existencia buscando cosas de poco valor, que no dan sentido a la vida”.
Recordó que “incluso hoy uno puede ser objeto de burlas o de discriminación si no sigue ciertos modelos de moda, que, sin embargo, a menudo ponen en el centro realidades de segunda categoría: cosas en lugar de personas, rendimientos en lugar de relaciones”.
El Santo Padre pensó en los padres, que “necesitan trabajar para mantener a su familia, pero no pueden vivir solo para el trabajo, sino que necesitan tiempo para estar con sus hijos”.
“Pienso también —continuó— en un sacerdote o en una religiosa, que deben comprometerse en su servicio, pero sin olvidarse de dedicar tiempo a estar con Jesús, de lo contrario caen en la mundanidad espiritual y pierden el sentido de lo que son”, anotó.
Asimismo, dirigió su mirada a los jóvenes que “tienen mil compromisos y pasiones: la escuela, el deporte, intereses varios, el teléfono móvil y las redes sociales, pero necesitan encontrarse con personas y realizar grandes sueños, sin perder el tiempo en cosas que pasan y no dejan huella”.
“María, Virgen Sabia Madre, nos ayude a ser sabios y valientes en las decisiones que tomamos”, concluyó el Papa Francisco.
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