Alberto fue pintor de profesión, un artista que luego se haría religioso por su inmenso deseo de servir al Señor en los hermanos. Y, como si esto fuera poco, su testimonio y figura espiritual se convirtieron en su mayor legado: Antonio fue el hombre que inspiró la vocación del Papa San Juan Pablo II, su más insigne compatriota.
San Alberto Chmielowski también fue el fundador de la Congregación de las Hermanas Albertinas Siervas de los Pobres -nombre actual- y de los Hermanos de la Tercera Orden Regular de San Francisco, Servidores de los Pobres, conocidos como “albertinos”.
Joven patriota
Adán Hilario Bernardo Chmielowski nació en un pequeño pueblo del reino de Polonia (en ese momento anexado al Imperio ruso) el 20 de agosto de 1845. De origen aristocrático, creció en un clima en el que se mezclaron los ideales patrióticos y el amor a quienes sufrían abandono.
Al cumplir los 18 años empezó a estudiar agricultura y recursos forestales. Por ese entonces participó de la denominada “Insurrección de 1863” contra la "rusificación" política y cultural de Polonia. Fue gravemente herido en una pierna, que tuvo que ser amputada después. Chmielewski decide entonces refugiarse en Bélgica, país donde realiza estudios de ingeniería y pintura, dejando atrás la carrera de agricultura. Se muda luego a París y después a Múnich.
En 1873 se decreta en Polonia una amnistía y Chmielewski emprende el regreso. En Polonia entra en contacto con la pobreza y miseria, renuncia a la pintura profesional y se compromete en labores de asistencia a pobres, enfermos y gente sin hogar. Por esos días conoce a San Rafael Kalinowski, quien sería su director espiritual.
Hombre de Dios
En 1880, Chmielewski ingresó al noviciado jesuita en el pueblo de Stara Wies, pero no duró mucho allí. Decide entonces trasladarse como voluntario a un albergue público para gente sin techo. En 1887 solicita ser admitido a la Tercera Orden de San Francisco y en 1888 hace los votos religiosos, tomando el nombre de “Alberto”.
El Hno. Alberto se convierte en el organizador y gestor de numerosas obras de caridad: asilos, refugios para los más pobres, casas para mutilados y enfermos incurables. Envía a las hermanas de la congregación que fundó a trabajar en hospitales militares; abre varios comedores públicos para hambrientos y orfanatos para niños y jóvenes desamparados.
Santo
Tras una vida de entrega, el santo falleció de cáncer de estómago en 1916, en Cracovia, en el asilo que él mismo fundó en la ciudad. Fue beatificado el 22 de junio de 1983 por el Papa San Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989.
Al momento de morir, San Alberto dejó 21 casas para religiosos y religiosas en varios países, en las que hoy se siguen prestando servicio a los más necesitados.
A través de los ojos de San Juan Pablo II
En la misa de canonización de San Alberto Chmielowski, el Papa San Juan Pablo II dijo: “A sus 17 años (1863), siendo estudiante de la escuela de agricultura, participó en la lucha insurreccional por librar a su patria del yugo extranjero, y en esa lucha sufrió la mutilación de una pierna. Buscó el significado de su vocación a través de la actividad artística, dejando obras que aún hoy impresionan por una particular capacidad expresiva”.
El Papa polaco recordó también cómo unos años más tarde, en 1874, siendo ya Alberto un artista maduro, decidió dedicar “el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios”, dándole un giro a su vida; haciéndose siervo de Dios. Aquella transformación interior precipitó un cambio en su obra, pues comenzaron a predominar en su arte los temas religiosos.
El arte y la vida cristiana
Es cierto que el Hno. Alberto dejó las actividades profesionales relacionadas al arte por dedicar su vida al servicio de los marginados y olvidados. Sin embargo, es también cierto que no dejó completamente de pintar. El arte puede ser liberador para el artista que quiere expresarse a través de su obra, como un excelente medio para conmover al espectador y evangelizar.
Por ejemplo, uno de los mejores cuadros del santo, titulado “Ecce Homo” (“He aquí, el Hombre”, palabras con las que Pilatos presentó a Cristo a la multitud), es el resultado de una experiencia profunda del amor misericordioso de Dios, experiencia clave en la transformación espiritual de San Alberto Chmielowski.
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