Ahora, el Papa ha querido seguir dando su apoyo a las personas que trabajan para ayudar a las mujeres atrapadas en la red de la prostitución, escribiendo un prólogo al libro “Mujeres crucificadas. La vergüenza de la trata contada desde la calle” (Donne crocifisse. La vergogna della tratta raccontata dalla strada, ed Rubbettino) de Aldo Buonaiuto, sacerdote de la Comunidad “Papa Giovanni XXIII”, que publica la web oficiosa vaticana Il Sismografo.
El Papa recuerda este encuentro con mujeres rescatadas de la prostitución, que fue impactante para él: “no pensaba que allí dentro encontraría a mujeres tan humilladas, rotas, probadas. Realmente mujeres crucificadas”, añade. “Allí respiré todo el dolor, la injusticia y el efecto de la opresión”.
“Tras haber escuchado los relatos conmovedores y humanísimos de estas pobres mujeres, algunas de ellas con el bebé en brazos, sentí el fuerte deseo, casi la exigencia de pedirles perdón por las auténticas torturas que tuvieron que soportar de parte de los clientes, muchos de los cuales se dicen cristianos…”
El Papa condena sin paliativos la prostitución forzada: “Una persona no puede ser nunca puesta en venta”. “Cualquier forma de prostitución es una reducción a la esclavitud, un acto criminal, un vicio asqueroso que confunde hacer el amor con desahogar los instintos torturando a una mujer indefensa“.
“Es patológica la mentalidad por la que una mujer es explotada como si fuese una mercancía de usar y tirar. Es una enfermedad de la humanidad, una manera equivocada de pensar la sociedad. Liberar a estas pobres esclavas es un gesto de misericordia y un deber para todos los hombres de buena voluntad. Su grito de dolor no puede dejar indiferentes a las personas y a las instituciones. Nadie puede girar la cara o lavarse las manos de la sangre inocente que se derrama en las calles del mundo”.
“Conociendo las historias que están detrás de los impactantes números de la trata, se comprende que si no se detiene una demanda tan alta de clientes, no se podrá luchar eficazmente contra la explotación y la humillación de vidas inocentes”, concluye el Papa.
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