El rey que dejó su reino por amor

El escritor Claudio de Castro nos invita a reflexionar sobre nuestra manera de responder a la presencia de Jesús en nuestra vida

Una vez leí una aseveración que me encantó. No he podido sacármela de la mente desde entonces:

«El Sagrario favorito de Jesús, eres tú»

Y es verdad: cuando comulgamos nos convertimos en Sagrarios vivos para Jesús.

Debo confesarte que me dejó perplejo, reflexionando largo rato. Me sentí como aquellas familias que están por recibir un invitado importante en su casa. ¿Qué hacen? Tratan de disponer todo de la mejor manera para que no encuentre nada fuera de lugar. Barren los cuartos, limpian los jarrones del polvo acumulado, dan brillo a las piezas de metal… Perfuman la sala.

¿Cómo amanece tu alma?

Me dio por pensar en mi alma, ¿qué clase de Sagrario soy?

Sentí un poco de vergüenza y decidí ir a confesarme en la misa de 6:00 p.m. Deseo que al comulgar, cuando Jesús habite en mí, no encuentre toda esa basura, los pecados que manchan mi alma, sino que se sienta a gusto, feliz.

¿Me permites hacerte una pregunta amable lector? ¿Cómo está tu alma? ¿Has pensado en ella? ¿Te gustaría confesarte, limpiarla y restaurar tu amistad con Dios?

Algunos lectores me comentan que a veces creen que es complicado confesarse y no recuerdan cómo acceder a este sacramento de amor. Nada pasa. En este magnífico artículo te explicamos de forma muy sencilla los pasos a seguir para confesarte lo
antes posible. Dale una mirada.

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Qué sabroso es restaurar nuestra amistad con Dios.

El Rey que quiso ser tu amigo

Me recordó lo que una vez leí de san Alfonso, sobre este Rey que voluntariamente lo dejó todo porque quiso ser tu amigo.

Dejó las comodidades de su reino y decidió mudarse en la casa que están alquilando al lado de la tuya y vivir como cualquier mortal, sin lujos ni tratamientos especiales. Todo porque deseaba estar contigo, ser tu amigo, que lo conocieras mejor.

Imagina el barullo que se ha de formar en el barrio cuando tus vecinos se enteren que al lado tuyo vive un rey. ¿Qué haces?

Estoy convencido de que en algún momento, con mucha humildad y gratitud irás a verlo con
obsequios, llevas a tu familia, tus amigos, sonríes, le hablas un poco nervioso pero con honestidad y le agradeces tan grande e inmerecido favor.

A partir de ese día pensarás en él, irás a visitarlo con frecuencia para que no se sienta solo y compruebe el aprecio que le tienes.

¿Qué tal si te aseguro que es historia es real? El rey existe y bajó del cielo… Nos dicen las Escrituras:

«Porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado»

Juan 6, 38

Sabemos que Cristo es Rey porque Él mismo lo declaró:

«Pilato le preguntó: «Entonces, ¿tú eres rey?» Jesús respondió: «Tú lo has dicho: yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido y he venido al mundo.»»

Juan 18

Bajó del cielo, y vino a habitar entre nosotros en una pequeña celda, encerrado todo el día, siendo tu vecino, esperando tu visita. Su pequeña casa es el Sagrario. ¿Sabes lo que es el Sagrario donde habita Jesús? Te lo explicamos en este escrito:

Tabernakulum w ścianie

Las Sagradas Escrituras nos dicen de Él:

«Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad»

Juan 1 , 14

Jesús siempre está llamando desde el Sagrario, buscándonos, dando nuevas oportunidades, esperando en el Sagrario con los brazos abiertos y una tierna sonrisa. Qué tristeza ver Sagrarios abandonados.

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Una dulce llamada

No recuerdo si te lo conté alguna vez. Fue un jueves Eucarístico, como a las tres de la tarde. En eso recibo un mensaje de whasapp de una de esas personas que conozco y que están enamoradas de Jesús.

—Me ocurrió algo extraño Claudio, sentí que Jesús me decía desde el Sagrario: “Dile a Claudio que lo extraño. Me hace falta verlo». No tengo la menor idea del motivo.

Él no lo sabía pero había pasado una semana muy agitada, ensimismado en terminar mi nuevo libro sobre el poder de la fe para sanar y fortalecer nuestras almas.

Me había encerrado a escribir día y noche para escribirlo y descuidé mis visitas a Jesús en el Sagrario.

Después de ese dulce llamado lo dejé todo, y fui a verlo en un oratorio cercano a mi casa.

— Aquí estoy Jesús, llegué. Te quiero—le dije—. Lamento no haber venido antes.

Me quedé con Él un rato poniéndolo al día de mis cosas y le prometí regresar a verlo con más frecuencia. Jesús te espera en los diferentes sagrarios del mundo. Amable lector, no lo dejes solo.

¿Te gustaría compartir con nosotros tus aventuras con Jesús en el Sagrario?
Escríbenos. Te dejo mi email personal: cv2decastro@hotmail.com

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