La psicoterapeuta Sheila Morataya propone un auxilio espiritual cuando la soledad pesa demasiado
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Personalmente, me llena de esperanza, que en los últimos tres años, la salud mental, ha sido un tema, al que se le da tanta prioridad, como al de la familia misma.
El encierro de la pandemia, empujó a muchos, a quizá por primera vez estar a solas consigo mismo. Efectivamente, muchos nos conocimos más como personas, gracias a esa soledad impuesta. Leí una frase que dice: lo peor de la soledad es que trae un cara a cara con uno mismo. Es verdad.
Hay cientos, miles, millones de personas que no saben como afrontar las emociones negativas, como el miedo, la ira, los celos o el desamor; personas que no saben qué hacer cuando se quedan a solas. Lo he escuchado muchas veces: -no me gusta estar solo -, -le tengo miedo a estar sola- ; – no sé qué hacer conmigo cuando estoy solo-.
Y es que quedarse a solas es darse cuenta, de que se puede pensar. Quién no ha aprendido a pensar, a reflexionar , a conocer sobre su propia naturaleza cuando hay que entrar al silencio, siempre huirá. Pensar estando a solas, es descubrir que se es feliz o descubrir que se es miserable. El que no sabe pensar, porque no sabe estar a solas, no lo sabe.
El año pasado tuve una experiencia inolvidable en la Montaña de Monserrat, cerca de Barcelona, España. Ahí se encuentra el Monasterio de Monserrat, a cargo de monjes Benedictinos. Escucharlos cantar, en el momento de la Santa Misa, me ayudó a comprobar lo que hace el silencio. La transformación que se produce en la mente, el corazón y el alma. Esa misma transformación que se produjo en el gran San Ignacio de Loyola. Este hombre, de profesión soldado, amante de lo mundano, casi pierde la vida en una guerra. De un momento a otro, se vio obligado a estar a solas con el mismo como nunca antes lo había hecho. Confinado en una habitación aprendió a pensar. En esa habitación se vio forzado a leer para matar las horas, pero también en esa habitación, Dios le devolvió la salud mental y por lo mismo la paz del corazón y el alma.
Quiero compartir contigo esta oración escrita por el mismo San Ignacio:
“Oh Cristo Jesús, cuando todo es oscuridad y sentimos nuestra debilidad e impotencia, danos el sentido de tu presencia, tu amor y tu fuerza. Ayúdanos a tener una confianza perfecta en tu amor protector y poder fortalecedor, para que nada nos asuste o inquiete, pues viviendo cerca de ti, veremos tu mano , tu propósito , tu voluntad a través de todas las cosas” Amén.
Repite esta oración en momentos de enfermedad, dolor, dolor del corazón o angustia existencial , para mantener la valentía, entereza y la paz en medio de los sentimientos negativos producidos siempre por la mente. Cristo, se llevará todos tus miedos, dolores, cargas y sentimientos.
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