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En honor a la verdad, la Navidad en Venezuela termina con la fiesta de la Virgen de La Candelaria, el 2 de febrero. Entre Reyes y esa fecha, existe una poderosa tradición en los Andes venezolanos que se conoce como “La Paradura del Niño”. En otras palabras, la gente asume que para enero, ya el pequeño debe estar dando sus primeros pasos y se para para caminar.
Es una fiesta hermosa que involucra a familias enteras de pueblos y ciudades pero, sobre todo, a las zonas rurales tan significativas por aquellos parajes montañosos.
El propio cardenal Baltazar Porras Cardozo, quien ejerce como Administrador Apostólico de Caracas pero conserva su identidad familiar merideña y también su responsabilidad como Arzobispo de Mérida, promueve esta celebración, aún estando en la capital.
@ArquiCaracas
Pasean al Niño, que ya camina
La importante tradición se celebra entre el 24 de diciembre y el 2 de febrero, día de la Candelaria, principalmente en los Estados de Táchira, Mérida y Trujillo. Se trata de una celebración católica con mucho sabor popular, compartida en comunidad o en familia, en la cual el Niño Jesús es levantado del pesebre y se reza un rosario en su nombre, que
tradicionalmente marca el fin de la Navidad en el hogar donde es realizada.
Las más tradicionales son las cantadas, donde se recitan versos entonados por grupos musicales. Mientras tanto, se pasea al Niño en el área alrededor del hogar de cada familia y al final del evento, los anfitriones reparten bizcochuelo y vino a los presentes.
Para finalizar, se realiza otro recorrido, pero esta vez los padrinos llevan una cesta en donde está la representación del Niño Jesús envuelta en una tela; junto con ellos, encabezan la caminata dos personas de la comunidad seleccionadas para interpretar a José y María; los devotos no paran de cantar, rezan el rosario y algunos también queman fuegos artificiales.
En fin, se celebra que el Niño ya puede pararse de su cunita y ello marca, en estas regiones, el final del período navideño.
«La fe no necesita electricidad»
Lo interesante es que esta es una tradición que sigue viva. Los merideños se las ingenian en plena crisis para expresar su fe al Hijo de Dios. Sin importar que falle la electricidad o que no tengan mucho dinero para hacer los platos tradicionales, los devotos mantienen la costumbre tanto en Mérida como los que se han marchado al exterior.
Aseguran los pobladores de nuestras tierras altas que continúa celebrándose en los hogares donde comenzó, «porque si la haces una vez, ya no puedes dejar de hacerla».
«Antes la hacíamos mucho más grande, con más invitados y repartíamos más comida. Ahora nos toca hacerla muy sencilla por la crisis. Pero desde que hicimos la primera, hace ya 23 años, nunca hemos dejado de hacerla. Es nuestra forma de agradecer al Niño tantas bendiciones», asegura María Luisa de Méndez desde su casa, en el sector La Milagrosa.
«Este año se nos fue la luz en pleno rosario, pero como la fe no necesita electricidad, continuamos rezando y adorando a nuestro Niño», dijo con una sonrisa María Luisa a una cronista, de El Pitazo.
Los Andes, punteros
En Venezuela tenemos amplias y diversas manifestaciones culturales, multitud de ellas relacionadas con lo religioso y animadas por generaciones desde los propios hogares familiares. Los Andes, tradicionalmente católicos, llevan la delantera en estas iniciativas. En rigor, es de las tradiciones andinas más auténticas.
En este video se aprecia el tradicional evento en la región de Bailadores, estado Mérida
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