¿Crees que es imposible dejar a vuestros hijos por unos días? Es posible que yo no sea la persona más adecuada para hablar de ello, pero no estoy tan seguro. Tal vez vuestros padres vivan lejos y no veis a quién confiar a vuestros hijos. Tienes razón. Sin embargo, me gustaría que respondieses a una pregunta: ¿Te negarías a cuidar a dos niños durante dos días para permitir que tu amiga respire un poco y se relaje? ¡Claro que no! Esto es lo que me sorprende: estamos dispuestos a servir espontáneamente, generosamente… pero no nos atrevemos a pedir el mismo servicio a otros que también lo harían, sin ninguna duda, de forma espontánea y generosa. ¿Acaso tenemos el monopolio de la bondad y la generosidad? ¿Por qué no dar a otros la caridad para que nos la den a nosotros, y daros la oportunidad de dedicaros un tiempo?
¿Y si este viaje pudiera hacer felices a tus hijos?
Hay más. ¿Quiénes serán los principales beneficiarios de este viaje? Pues precisamente estos niños que encontrarán a sus padres más relajados y sobre todo más enamorados. El mayor regalo que los padres pueden dar a sus hijos es su amor conyugal. Para ser una buena madre, primero hay que ser una buena esposa. Y los niños, especialmente hoy en día, se sienten mucho más tranquilos cuando crecen en un clima de amor entre padres… Así que estos días, no deben ser tomados a pesar de los niños, sino por los niños. Solo hay que decirles cuando os marchéis que les vais a dejar durante dos o tres días (¡no para siempre!) para aprender a quereros mejor… y los mayores os dirán: “¡Váyanse ya!”.
Pero uno puede preguntarse si el problema es realmente la dificultad de encontrar una niñera. ¿No es a veces una excusa (muy fuerte) para rechazar lo que no apetece? Y en este caso, debemos mirar dentro de nosotros mismos para descubrir dónde está nuestra reticencia a hacer un viaje que debería motivarnos. ¿Es realmente un miedo de traumatizar a los niños? ¿No es más bien falsa culpabilidad: tomarse un tiempo para uno mismo, atreverse a pensar en uno mismo y en tu relajación, mientras que los niños no se benefician de ello? ¿O acaso temes una situación de tú a tú con tu cónyuge por alguna razón? Hay muchos motivos conscientes o inconscientes… Es bueno encontrarlos porque es realmente una pena que las parejas no siempre hayan tenido interés por estas escapadas románticas.
Los beneficios de un viaje romántico
Todo matrimonio necesita fantasía. Y un viaje sin hijos es una fantasía de primera calidad. Permite estar totalmente despreocupado por los baños y las cenas que hay que dar a los niños, pero sobre todo permite redescubrirse. En la rutina diaria, la otra persona puede convertirse en una parte más del mobiliario, es decir, en algo útil pero no visible. En la Biblia, pero en una versión apócrifa, hay un pasaje sorprendente: cuando Abraham se fue a Egipto con su esposa Sara, se dio cuenta de que los demás hombres miraban a su esposa con admiración. Entonces, dice el texto, “Abraham miró a su mujer y vio que era hermosa.” ¡Ya hacía mucho tiempo que no la miraba! Vamos a transponer: en un otro contexto, el otro es mirado de nuevo.
El viaje también permite que una pareja comunique: cuando hay muchos hijos, ocupan el espacio… y hacen tanto ruido que los esposos no sienten el silencio que se establece disimuladamente entre ellos. La pareja puede entonces repetir en un ambiente agradable las palabras de amor que no se pueden inventar en la rutina ordinaria. También puede hacer el balance de la experiencia de su amor: cada uno puede expresar lo que le pesa… y así liberarse de ello. En la calma, finalmente, la pareja puede tomar decisiones importantes. Así que sí, ¡tenéis derecho a pensar en vosotros y a pararos! ¿Acaso no fue Dios mismo quien descansó el séptimo día?
Padre Denis Sonet
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