El Ku Klux Klan contra los católicos: un capítulo triste en la historia de EE.UU.

Las actividades del Ku Klux Klan contra los afroamericanos y la causa de los derechos civiles han sido bien documentadas. Medgar Evers; Cheney, Goodman y Schwerner, y las cuatro chicas que murieron en el atentado de la iglesia de Birmingham en 1963 son solo algunas de las historias trágicas que involucran al KKK.

Pero los estadounidenses negros no fueron los únicos objetivos de la organización, que remonta sus comienzos al período de Reconstrucción después de la Guerra Civil estadounidense. Los católicos en Estados Unidos también se convirtieron en sus víctimas.

Ha habido tres periodos del Ku Klux Klan: el primero, que floreció a fines de la década de 1860; el segundo, que tuvo su apogeo en la década de 1920, y el tercero, que vio a múltiples grupos del Klan luchando contra el movimiento de derechos civiles desde la década de 1950 en adelante.

El segundo periodo, que estaba en pleno auge hace unos 100 años, es el más virulentamente anticatólico.

La película de D.W. Griffith “El nacimiento de una nación”, que ensalzó el papel del KKK después de la Guerra Civil, inspiró el renacimiento del Klan alrededor de 1915. Después de la Primera Guerra Mundial, el Klan comenzó a atraer a cientos de miles de reclutas en todo el país.

Gran parte del atractivo del segundo Klan puede atribuirse a su defensa militante de la supremacía blanca, el anticatolicismo, el antisemitismo y la restricción de inmigración”, según la New Georgia Encyclopaedia, “pero la organización también atrajo el apoyo de muchas clases medias estadounidenses porque abogaban por una mejor aplicación de la ley, un gobierno honrado, mejores escuelas públicas y la vida familiar tradicional”.

Una historia on line de la Universidad de Notre Dame, donde los estudiantes tuvieron algunos encuentros con el Klan local, relata que las historias del Klan sobre la Iglesia Católica, los sacerdotes católicos y las instituciones católicas eran “tan groseras y sobredimensionadas que atraían solo a los más ignorantes, y engañaban solo a los más crédulos”.

En un artículo en el Catholic Herald, Jonathan Wright, autor de Layered Landscapes: Early-Modern Sacred Space Across Faiths and Cultures, presenta una letanía de delitos contra los católicos llevados a cabo por el Klan. Según su descripción, uno podría imaginar que “KKK” en realidad significa “seguir pateando a los católicos” (Keep Kicking Katholics).

Parte del problema era que los hombres de Klan (y las mujeres) se enorgullecían de su lealtad absoluta a los Estados Unidos. Y los católicos aparentemente eran incapaces de ese patriotismo.

“Como lo expresaba un miembro del Klan de Arkansas, la lealtad de los católicos estaba al otro lado del mar y la religión que profesan es una religión extranjera … cuanto más rápido los invitemos a regresar al otro lado del gran estanque, mejor será para nosotros”, señala Wright.

“Un editorial típicamente rabioso en una de las muchas publicaciones periódicas del Klan, con el título oportunamente siniestro “¡A las armas!”, exhortaba a sus lectores: No sueltes tu cruz ardiente, sino llévala sobre el valle y la colina hasta que el catolicismo romano pagano sea expulsado de nuestra vida estadounidense justa y libre para siempre”.

Un miembro de Klan llamado Caleb Riley escribía con orgullo, con respecto al Papa de Roma, “Soy un hombre blanco anglosajón, y tan consciente y capaz que no puedo adecuar conscientemente mi política o mi religión a ningún asno alejado al otro lado del mundo”.

Una de las cosas más tristes que sucedió durante este período fue el asesinato de un sacerdote, James Coyle. Nacido en Irlanda, Coyle se mudó al sur profundo de los Estados Unidos para servir como párroco.

La inmigración procedente de los países católicos había aumentado en Birmingham y Alabama, por la demanda de mano de obra, pero eso causó fricción con la población local. El p. Coyle se hizo conocido por defender a sus feligreses de ataques de diversos tipos y por escribir cartas al editor del periódico local en defensa de la fe católica.

Ruth Stephenson, hija de un ministro protestante local, Edwin Stephenson, expresó su interés en el catolicismo y terminó siendo bautizada por el P. Coyle. Su padre, miembro del Ku Klux Klan, estaba horrorizado. Stephenson intentó en vano controlar a su hija, pero ella fue aún más lejos: se casó con un católico puertorriqueño.

Cuando Stephenson se enteró, y descubrió que era Coyle quien celebró el matrimonio, se dirigió a la rectoría, donde encontró al sacerdote sentado en su porche leyendo su breviario. Con tres disparos de un revólver, acabó con la vida del sacerdote.

Stephenson fue llevado a juicio y fue defendido por Hugo Black, un compañero del Klan y futuro juez de la Corte Suprema de los EE. UU. (renunció al Klan antes de convertirse en senador de los EE. UU.). La defensa de Stephenson fue que había tenido un rapto de locura cuando supo que su hija se había casado con un católico. El juez y el jurado eran ambos miembros del Klan, y Stephenson fue absuelto.

La inmigración de países en gran parte católicos tuvo mucho que ver con los sentimientos prevalecientes. El Klan temía una eventual toma de posesión de los Estados Unidos por el Romano Pontífice, apoyado por legiones de papistas estadounidenses. Según sus absurdas creencias, “el Papa ya habría comprado tierras cerca de DC y estaba planeando una mansión de un millón de dólares desde la cual podría planear el derrocamiento del gobierno”, explica Wright.

No es de extrañar, entonces, que el primer católico que haya sido nominado por un partido importante para postularse a la presidencia de los Estados Unidos, Alfred E. Smith, fuese derrotado en las elecciones de 1928.

Como explicó Wright, la membresía de Klan “probablemente superó los cuatro millones y se distribuyó en los 48 estados: 700.000 en Indiana, en la región de 400.000 en Texas y Ohio. El Klan era parte de la corriente principal de la política estadounidense, perfectamente capaz de determinar el resultado de elecciones grandes y pequeñas”.

Pero no podía durar.

“En el apogeo de su influencia política”, escribe la New Georgia Encyclopedia, “el segundo Klan entró en un período de fuerte declive causado por las disputas internas, los escándalos, el mayor activismo de los opositores y el desvanecimiento de la imagen romántica del grupo”.

“En 1930, el KKK, que había atraído a unos 5 millones de miembros a principios de la década de 1920, se redujo a unos 30.000 seguidores. La membresía del KKK de Georgia disminuyó de aproximadamente 156.000 miembros en 1925 a 1.400 en 1930. La organización cojeó durante 14 años más antes de disolverse formalmente en 1944, luego de ser condenada por no pagar los impuestos federales”.

Pero la muerte del p. Coyle en 1921 también tuvo mucho que ver con el cambio de rumbo. Su asesinato ha llegado a ser visto como el “cenit del sectarismo anticatólico en el sur de Estados Unidos”, dijo James Wilson, escribiendo en IrishCentral.

“Reflexionando sobre el asesinato unos 20 años después en el Catholic Weekly, una feligresa, Helen McGough, reflexionaba que la muerte del padre Coyle fue el clímax del sentimiento anticatólico en Alabama. Después del juicio, se produjeron tales sentimientos de repulsión entre las personas de mente recta que antes se habían dejado llevar por la ceguera y la indiferencia, que lenta y casi imperceptiblemente, el Ku Klux Klan y sus semejantes comenzaron a perder el favor de la gente”.

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