El fenómeno del amor es algo maravilloso. Dios pensó en alguien con quien podrás crecer. Una persona que te ayudará a ser tu mejor versión e impulsarte a desarrollar tus talentos.
Reconocer a esa persona requiere pasar por el noviazgo, un tiempo para conocerse, tratarse y descubrirse mutuamente. Un tiempo para ir construyendo un vínculo que nos permitirá saber si es posible compartir nuestra vida y construir un proyecto común de acuerdo a ese propósito de felicidad que Dios quiere para ti.
Que te conozca como realmente eres
Alguien que te mire profundamente. Que busque tu corazón y quiera conocer tu persona. Que te quiera no por lo que tienes o por lo que haces, sino por quien eres. Con el paso del tiempo la identidad de la persona es la única que permanece.
Cuando un hombre te mira tal y como eres, puede ayudarte a conocerte mejor y desarrollarte sacando a la luz lo mejor de ti.
Un hombre que te ve de este modo no quiere una parte de ti, te quiere completamente, con tus virtudes y tus defectos y busca involucrarse al 100% para toda la vida contigo.
Que te reafirma en sus acciones
No es suficiente tener buenos deseos. Es primordial concretar el amor con acciones que te reafirmen y te muestren su valor. Son buenos indicios cuando te da las gracias por las buenas obras, o cuando ves gestos que demuestren su generosidad o cuando se alegra de logros alcanzados por ti y por otros.
Si recibes un trato donde prime el respeto y la ternura en los pequeños detalles puedes alegrarte porque esos gestos indican que reconoce ciertas cualidades por las que mereces ser tratada con esa delicadeza con quien necesita ser cuidado y protegido.
Que ante todo quiera tu felicidad
La felicidad propia no depende totalmente del otro, pero el hecho de que la quiera para ti significa que tiene un compromiso real por buscarla poniéndote en un lugar prioritario. El amor no es egoísta. Quiere el bien del otro incluso cuando eso signifique avanzar lentamente, hacer renuncias y pasar por sacrificios.
Un hombre que quiere tu felicidad estará dispuesto sobre todo a ser tu amigo. La amistad busca el bien del otro, permite disfrutar del tiempo compartido, hacer actividades que nos enriquecen y fomentar el diálogo.
Genera buenos recuerdos y fortalece la confianza y el conocimiento mutuo que son esenciales para una relación de amor saludable.
Que te atraiga físicamente
La dimensión física del amor es importante. No alcanza con tener un interés mutuo o una fuerte devoción o valores compartidos. Esto no significa que cada hombre atractivo que vemos es el correcto, así como tampoco pretender que sea el modelo perfecto.
Quedarnos en la apariencia es una limitación porque es el amor concentrado sobre el valor de la persona el que hace que lo amemos tal como es: no la idea que nosotros nos hacemos, sino el ser real.
Pero aunque no sea el único componente del amor, sentir atracción es un elemento fundamental que habla sobre algo más que un profundo afecto.
Que comparta tus valores
Los valores son las creencias fundamentales que afectan las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida. Hablamos de cuestiones como la educación de los hijos, por ejemplo. Cada uno de nosotros está constantemente tomando decisiones basadas en lo que nos parece “correcto”.
Cuando aceptamos algo que no encaja con nuestros valores centrales nos sentimos incómodos y de algún modo deshonestos con nosotros mismos. Es importante compartir estos valores fundacionales como base para construir una relación con futuro.
Que esté abierto a Dios
Dios nos da la oportunidad para amar, pero la elección que hacemos de esa persona es un acto de amor personal muy grande que requiere de una reflexión responsable en aspectos prácticos de la vida para saber si es posible compartirla.
Una persona que acepta darle un espacio a Dios en su vida, se convierte en un canal a la bondad y al perdón, una fuente de amor que puede hacer crecer la relación y llevarla a vivirla con fe. No es una noción de fantasía, sino lo que permite vivir lo extraordinario. El diseño de amor de Dios que nos puede llevar a un vínculo feliz y santo.
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