En medio de la lluvia y bajo un cielo gris, Francisco ha continuado el ciclo de catequesis sobre el libro de los Hechos de los Apóstoles y, esta vez, comentó, la narración de la llegada de Pablo a la ciudad de Filipos, colonia romana de la Macedonia (Hechos 16: 9), y por tanto, la entrada del Evangelio en Europa (Hechos 16, 9-10).
Ser hospitales
El Pontífice señaló en primer lugar, el bautismo de Lidia, una mujer creyente a la que el Señor por obra del Espíritu le abrió el corazón para que aceptara la enseñanza de Pablo.
“Una vez que el corazón de Lidia se abrió, pudo acoger a Cristo mediante el bautismo, junto a toda su familia, y abrió su casa a los demás Apóstoles”.
El Papa explicó que esta hospitalidad de Lidia nos recuerda la acogida y el servicio que caracterizaban a las mujeres que acompañaban a Jesús y a los Apóstoles. “Gracias a esta acogida femenina florecieron las domus ecclesiae, las iglesias domésticas, entre los primeros cristianos”.
Liberarse de cosas superfluas y del mal
En segundo lugar, rememoró a Pablo y Silas, que fueron denunciados por los dueños de una esclava que tenía un espíritu de adivinación y les procuraba muchos beneficios, y a la que los Apóstoles liberaron con un exorcismo.
Los dueños ganaban mucho dinero explotando la esclava y llevaron ante un magistrado a Pablo. El Papa comentó que también hoy la gente paga los servicios de adivinos:
“En mi diócesis, yo recuerdo que en un parque muy grande habían más de 60 mesitas donde sentados estaban los adivinadores y las adivinadoras, ellos leían la mano y la gente creía a estas cosas y pagaban”.
Francisco argumentó que Dios escucha las oraciones e invitó a no resignarse al mal. “Pablo y Silas, en la cárcel, en vez de lamentarse, alababan a Dios y Él los salvó mediante un terremoto que sacudió la prisión y rompió las cadenas que los ataban”.
Recibir la alegría y la consolación
Y, por último, describió, “la conversión y el bautismo del carcelero y de toda su familia. En medio de la noche, él creyó en el Señor Jesús, junto a toda su familia, acogió a los apóstoles en su casa, les lavó las heridas y recibió el Bautismo. Después, lleno de alegría por haber creído en Dios preparó la mesa y celebraron una fiesta. Un momento de consolación”.
“En medio de la noche, para el carcelero y su familia brilló la luz de Cristo, se rompieron las cadenas del corazón y experimentaron una alegría indescriptible”, añadió.
Así, expresó, “el Espíritu Santo realiza su misión, desde el inicio, desde Pentecostés hasta ahora, es Él protagonista de la misión y nos lleva hacia adelante. Se necesita ser fiel a la vocación que el Espíritu nos mueve a practicar para llevar el Evangelio”.
Por último, saludó a los peregrinos. “Pidamos al Espíritu Santo que nos dé un corazón abierto a Dios y acogedor con los demás, con una fe audaz capaz de romper las cadenas que nos oprimen a nosotros y a los demás. Que Dios los bendiga”.
Protestas en Irak
Luego, el Papa hizo un llamamiento a la situación en Irak, expresando sus condolencias por las víctimas de las protestas en el país.
Asimismo, invitó a las autoridades de la nación a escuchar el grito del pueblo que exige una vida digna. Al mismo tiempo, exhortó a la Comunidad Internacional a no dejar sólo al pueblo de Irak que ha sufrido tanto por la guerra y la violencia.
La audiencia general concluyó con el canto del Padre Nuestro en latín (Pater Noster) y la bendición apostólica.
Publicar un comentario