¿Tu mujer quiere hacerlo todo juntos? Atrévete a decirle “no”

Muchas esposas se quejan de que sus maridos no sienten la necesidad de estar más con ellas y compartir más cosas en su vida diaria. “¡Siento que mi marido es un hombre soltero y casado! Noto que me quiere, pero me gustaría tanto que hiciéramos cosas juntos: retirarnos juntos, rezar juntos, ir de compras juntos. Apenas se marcha, lo echo de menos.”  Y cuando el marido está asfixiándose y se niega a fusionarse con su mujer, la esposa se pregunta si está realmente enamorado.

¿Hacer todo juntos, una misión imposible?

En el libro “Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”, John Gray da una explicación muy sencilla, incluso simplista, dirán algunos. ¿No han entendido todavía las mujeres que los hombres y las mujeres no provienen del mismo planeta? Su visión de la pareja es al principio radicalmente diferente. El hombre siente periódicamente la necesidad de retirarse “a su cueva”, como explica el autor. En el pasado, parecía que los hombres estaban compartimentados: cuando estaban en el trabajo, pescando o en reuniones, olvidaban que su mujer piensa en él y desea su presencia. En cuanto a la mujer, en general, ella necesita una presencia constante del ser querido. El hombre dirá con gusto que una pareja debe ser capaz de respirar. Obviamente con fuertes momentos de unión e intimidad alternando con momentos de libertad. ¿Acaso no existe, en este caso, el placer de reencontrarse, cuando no siempre es fácil convivir a lo largo del día?

Pero ¿quizás deberíamos buscar la respuesta en otro lugar? El problema de la pareja no es tanto “hacer todo juntos”, sino “hacer todo conforme al otro”.

No es posible hacer todo juntos, especialmente hoy en día cuando el trabajo profesional y las actividades asociativas no nos permiten vivir constantemente cerca unos de otros. El enamorado que entra en la vida matrimonial diciéndose a sí mismo “Nunca nos distanciaremos” tendrá que enfrentarse a los hechos: la vida separa tanto como une. Sin embargo, esta hermosa unidad a la que aspira la pareja de enamorados es posible, en la medida en que cada uno piensa en el otro.

Juntos, más allá de las separaciones

Por lo tanto, en sus actividades profesionales o caritativas, el marido no olvidará que está casado: “¿Qué consejo me daría mi mujer ante tal problema?” No solo reaccionará en su nombre propio, sino que tendrá una doble reacción. Del mismo modo, la esposa, que asiste sola a misa durante la semana, por ejemplo, no pierde el tiempo suspirando cuando lamenta la ausencia de su marido. Ella lo nombrará en su oración, le dirá a Dios estas palabras que él mismo diría si estuviera allí.

Esta unión de mentes trasciende las separaciones. Sin embargo, debe haber en la pareja esos momentos de comunicación que permitan una ósmosis recíproca de concepciones, aspiraciones, expectativas, alegrías y penas.

¿Acaso nuestra relación con Dios no es extrañamente similar a esta relación de pareja? No es una fusión, y sin embargo, a pesar de los silencios del Señor, ¿no es rica y profunda? Gracias a estos momentos importantes que son la escucha de su Palabra en el Evangelio y sobre todo la acogida cariñosa de su Presencia Eucarística.

Padre Denis Sonet

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