Se trata de una imagen llevada a las islas al inicio del conflicto en abril de 1982, por miembros de las Fuerzas Armadas argentinas. Ante esta imagen de la patrona argentina, rezaron combatientes argentinos, se encomendaron a ella. E incluso tal como está documentado en fotografías y testimonios, fue llevada en procesión el 8 de mayo de ese año, Festividad de la Virgen de Luján.
Una vez finalizada la guerra, el capellán inglés Alfred Height pidió al administrador apostólico de las Islas llevar la Imagen para la Catedral Castrense de San Miguel y San Jorge de Aldershot, donde la entronaron para rezar por los caídos de ambas nacionalidades. Allí estuvo 37 años hasta que el grupo La Fe del Centurión, que lleva adelante encuentros de Vida y Esperanza para veteranos de Malvinas y familiares de caídos, inició las consultas que llevaron al acuerdo entre las iglesias castrenses de ambos países. A cambio de la Imagen, la iglesia castrense llevó una imagen de la Virgen de Luján para que, tras la bendición del Papa, quede en la catedral británica ubicada a 60 kilómetros de Londres.
“La acogida del obispo británico (Paul James Mason) fue excelente, de cordialidad, de entusiasmo, de cariño, (…) siempre una gran
disponibilidad”, contó a Aleteia el Obispo castrense de la Argentina Santiago Olivera. Y enmarcó el acontecimiento histórico vivido: “Desde el origen la Virgen María fue madre de pueblos hermanos. Nos ayudó a experimentarnos así, cercanos. Este es el camino de encuentro, el camino de la paz, si queremos lograr convivencias fraternas entre los estados, entre los países, para que haya un mundo realmente en paz”, explicó.
De regreso a la Argentina, a donde llegará el domingo 3 y será recibida de inmediato con una Eucaristía en la Basílica de Luján presidida por el presidente del Episcopado Argentino Oscar Ojea, la Virgen “se convertirá en imagen peregrina por nuestro país, por las diócesis, por nuestros lugares que hace a propiamente castrense, pero que toca a las fibras tan importantes de nuestro pueblo argentino”, explicó monseñor Olivera.
“En la guerra sabemos que siempre perdemos todos, pero aquí ganamos una mirada sobrenatural y una presencia de María que nos invita una vez más a hacer lo que Jesús nos dice”, completó.
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