Matilde fue descendiente del famoso guerrero Widukind, capitán de los sajones que batallaron contra Carlomagno (siglo VIII), e hija de Dietrich, duque de Westfalia y Reinhild.
De niña fue educada por las monjas del convento de Erfurt donde adquirió las numerosas virtudes cristianas que moldearon su hermoso carácter. Se casó muy joven con Enrique I, que en 912 se convertiría en duque de Sajonia, formando con él un matrimonio feliz, posteriormente bendecido con la prole.
En 918 su esposo fue escogido para suceder al rey de Francia Orientalis, Conrado I. Fue así que Enrique I se convirtió en el primer rey alemán de la dinastía sajona, y por ello se le considera como fundador y primer rey del estado alemán medieval.
Matilde se convirtió en reina pero nunca dejó de ser una mujer sencilla y piadosa, dedicada a asistir a los pobres de su reino, especialmente a través de la limosna.
Después de 23 años de matrimonio quedó viuda en 936, y decidió desprenderse de todas sus joyas y brillantes por el alma de su esposo fallecido. Otón I, su hijo, fue declarado emperador. Sin embargo, cuando todo presagiaba una sucesión tranquila, Otón la acusó de haberse puesto de lado de su hermano Enrique, quien se había rebelado contra su ascensión al trono imperial. Otón, entonces, expulsó a su propia madre del palacio. Matilde, después de tan trágico suceso, fue acogida en un monasterio. Allí permaneció por algún tiempo, rezando y trabajando como una monja más, rogándole al Señor por la reconciliación de sus hijos.
Cuando dicha reconciliación llegó, Matilde fue repuesta en palacio, pero no pasaría mucho tiempo y sería acusada por ambos hijos de haber escondido parte del tesoro de la familia, para repartirlo entre los pobres. Esta fue otra dura prueba para ella, quien no dejó de confiar en Dios y pedirle a Él paciencia y misericordia. Tras haber demostrado su inocencia, pudo finalmente recuperar a su familia, concediéndole el perdón a Otón y a Enrique.
Sus últimos años los pasó dedicada a fundar conventos y a repartir limosnas a los pobres.
Matilde murió el 14 de marzo de 968, en el convento de San Servacio y San Dionisio en Quedlinburg, y fue sepultada al lado de su esposo, cuyos restos se encontraban allí. Inmediatamente después de su muerte, Matilde empezó a ser venerada como santa.
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